Uno sonreía amablemente, posiblemente actuado en mil escenarios.
Otro parecía imperturbable, sumergido en el libro de los tres cerditos, sosteniendo a escondidas contra la dura pasta de la contraportada, una grulla doblada.
El último derrochaba energía, cada palabra era una revolución que producía electricidad, llamando la atención más que ninguno.
— Procuramos comer todo hecho en casa, aunque a veces pedimos pizza o hamburguesas algunos domingos... ¡Pero si es malo ya no lo haremos! — El omega chilló tras darle un exhaustivo recorrido a todos los rincones de la casa, hasta las zonas que no necesitaban ser revisadas.
— Nico, mi amado Nico — Lucas le tomó de los hombros, había un límite a su derroche de nervios, y el alfa comprendió que era suficiente, cuando la pobre mujer caminaba de forma maltrecha, prácticamente apoyando una mano sobre la pared — Creo que la señorita Finnegan ha visto todo, ¿por qué no le ofrecemos un refresco? —
— ¿Un refresco?, ¡Un refresco! — Espetó con la mirada en pánico, echando a correr hacia la cocina, dejando a los demás atrás, preocupado por su falta de modales.
— ¿Es... — La fémina carraspeó para aclararse la garganta, el cansancio la tenía sedienta y al borde de tener un nuevo desierto en la garganta — siempre tan energético? —
— ¿Energético? — Lucas casi se mofó en la cara de la beta a la que dirigía amablemente al salón — No, no... es lo normal. Ni siquiera está tan vigoroso —
Miri Finnegan era una mujer aún muy joven, dando sus primeros pasos en el mundo laboral, formándose cada día de conocimientos que acrecentaran su experiencia. Luchaba arduamente por ayudar a mejorar el mundo, hacerlo un lugar mucho más placentero para vivir, por ello se desgastó en conseguir su puesto como trabajadora social.
Se acomodó los lentes tras empujarlos con la yema de sus dedos por el puente de estos, bajó su formal falda e hizo un par de anotaciones en su libreta, fingiendo no ver al carismático alfa, quien no había dejado de sonreírle desde que cruzó la puerta. El niño por el que debía velar, se había interesado poco y nada en ella.
La casa era amplia, ordenada y acogedoramente limpia. No se notaba que pasaran precariedad económica. Biel gozaba de su propio espacio y con la reciente visita al médico familiar, constaba de la buena salud del crío.
— ¿Él... — señaló al pequeño — tiene algún otro interés? — Su voz era suave, entre la confusión y la curiosidad, evitando los orbes del contrario.
— Los videojuegos, aunque solo jugamos los de deporte y todos los de Mario Bros — empezó a recordar la poca gracia que le hacía a Nicolás que llevase juegos para chicos mayores — Le gusta hornear dulces, porque puede robar ingredientes y ver a Nicolás pintar, mientras finge que lee —
— Usted finge leer tutoriales para pasar niveles difíciles de sus juegos, pero solo es una excusa... — Atacó Biel, molesto de ser expuesto ante una extraña de aroma artificial a flores — Sé que ve al señor Nicolás pintar, no es tan buen actor como cree —
Miri sonrió de forma chueca, riendo fingidamente al ver el encontronazo entre el alfa y el infante. ¿Era una pelea familiar?
— Nico aún no se ha dado cuenta — se defendió al ladear la cabeza, haciendo un par de muecas con voz agudas, sumamente infantil.
— Lo mismo digo, señor Lu —
La mujer estaba sumamente confundida, ¿se llevaban bien o mal? No podía llegar con un informe equivocado, la sana vivencia de la niñez de un pequeño dependía de ella, su trabajo era juzgar, no dudar.
ESTÁS LEYENDO
Un cachorro para dos tontos
Romance|Omegaverse| Nicolás es un omega infértil y soltero. Su gran añoranza de un hijo, le llevó al camino de la adopción. ¿Su desgracia? No cumple con los criterios para ser un padre adoptivo, así que recurrió a la única persona (y alfa) en quien confía...