Capítulo 10

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Los requisitos habían sido completados. El tiempo de estudio cosechó frutos de los que estaban orgullosos. Quizá Biel no leía muy fluido, se equivocaba al escribir y se tomaba su tiempo al sumar o restar, pero Nicolás y Lucas estaban contentos con sus progresos.

Unos meses más tarde del inicio del año escolar, consiguieron inscribirlo a la escuela. Un instituto modesto, no tan pequeño para caber en la mano, no tan grande para perderse al recorrerlo. Atid, le abrió las puertas al más pequeño de la familia Nowak.

Mochila, útiles, libros, uniforme, lonchera y la lista crecía, principalmente porque el omega hizo compras compulsivas con la excusa de: "Por si acaso le hace falta", ante ese argumento el alfa no se quejó ni una sola vez de todo lo que acumularon, su único sentir, era los celos, porque cuando él iba a la escuela no le dieron materiales tan bonitos.

El primer día, una nueva experiencia a la que Biel se exponía en solitario, Nicolás era el más alterado. Ni siquiera consiguió desayunar, los nervios le cerraron la garganta, de camino se la pasó jugando con las estaciones de radio y al llegar al estacionamiento no supo quitarse el cinturón de seguridad.

— ¿Estoy dando pena ajena? ¡Estoy dando pena ajena! — Chilló bajando del vehículo, agachando la cabeza, como si sus mechas de cabello pudieran cubrir su vergüenza. Con los ojos llorosos por no actuar con normalidad, se aferró a la mano que su amigo le tendió al ayudarle a bajar.

— Nico, no das pena ajena, es tu primera vez, es normal estar nervioso por tu hijo — le dio un pellizco a su mejilla, hasta que le hizo quejarse con el ceño fruncido. Él también estaba nervioso, pero el omega lo profesaba por los dos, según él, hacían un buen matrimonio.

— Solo está preocupado por mí, yo creo que es lindo — dijo Biel a su lado, tomando un pedazo de la tela de su camisa entre sus dedos — Me esforzaré en la escuela y buscare mi propio sueño — aunque no tenía idea de cómo soñar o comportarse en clases, porque cuando le explicaron, se quedó dormido con los ojos abiertos.

— ¡Biel! — Lloriqueó, dejándose caer con cuidado, con la ayuda de Lucas. Se hincó de rodillas, desdoblando las arrugas en la chaqueta azulona del uniforme, corroborando por décima vez que el suéter debajo estaba metido bajo el pantalón y que la faja de cuero no estaba muy apretada — Hijo... Lu y yo estamos muy orgullosos de ti — Nico arregló sus cabellos, usando sus dedos de peine, porque el alfa tenía una insana manía de despeinar al infante.

Nicolás le dio dos cortos y sonoros besos en cada mejilla, de los que el niño se dejó dar, escondiendo el revoloteo en su estómago, era alegría que se le hacía difícil expresar en una sonrisa.

— Biel, si pasa algo, lo que sea... Te quedaste con hambre porque la merienda no era suficiente, quieres traer dinero porque querías comprar — Lucas empezó a ejemplificar — Los profesores que te caen bien, con los que no te sientes cómodo, los niños buenos contigo, los malos... Ten confianza de hablarlo con nosotros. Nico y yo vamos a protegerte — quiso acariciar sus cabellos, pero el omega le detuvo con una mirada amenazante.

Lucas tuvo que cambiar de estrategia. No pudo dar una caricia juguetona en la cabeza, así que optó por la simpleza de lo significativo e íntimo, se acuclilló para darle un abrazo. Biel era tan pequeño en comparación a él, que se asustó. Una vida mucho más frágil, la sostuvo entre sus brazos con ternura, aguantando el aire por miedo a lastimarlo solo con respirar.

Biel asintió, se perdió un poco en la emotiva despedida en el estacionamiento, sin entender si debía pedir dinero para comprar profesores o luchar contra el maltrato de la comida, pensaba descubrirlo por su cuenta, en ese mundo desconocido llamado: Escuela.

Su mochila no pesaba, por ello se negó a que Lucas la llevara, solo dejándole su lonchera, para caminar a gusto de la mano de Nicolás, hacia la dirección en donde podrían indicarles el salón de clases del niño. En algún punto del camino, se aferró a cada mano de un adulto, mientras él iba en medio, cuidando de no pisar las líneas del suelo, porque Lucas le dijo que era un juego popular. A Biel no le gustaba perder, un poco dependiendo de quién era su oponente.

Un cachorro para dos tontosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora