Muchos solían denigrar a los omegas por su posición dentro de la jerarquía. "Los más débiles" solían ser tachados... Suerte que Lucas era del porcentaje en contra de esas absurdas aseveraciones.
Lo comprobó al pegar un grito agudo a las once de la noche cuando la entidad más fuerte de la casa, derrumbó su puerta, la estrelló contra la pared, provocando un sordo sonido que casi opaca su miedo, pues el lloriqueó de Nicolás era muy potente. Lucas comprobó la supremacía del omega y los buenos pulmones que desarrolló. Bien pudo ser un nadador.
— ¡Lu!, ¡Lu, ya no puedo con esta angustia apretándome el pecho! — Se había cansado de rodar en la cama como pelota en cancha de fútbol, de lado a lado, de esquina a esquina, de arruga a arruga.
El alfa acababa de volver de sus horas extras, rabiando por recostarse a descansar en su cómoda cama.
Lucas hubiese respondido de inmediato, sin embargo, su cerebro se había apagado unos segundos, haciendo tarde el comprender que el fresquito en sus nalgas no era imaginación, estaba desnudo, con el elástico del bóxer bajo sus muslos y el pantalón en sus tobillos.
— ¿Nico, me dejas desvestirme en soledad? — Preguntó con la risa atorada en la garganta, debatiéndose entre subirse la ropa interior o cubrirse con una almohada.
— ¡Ay, Lu!, ¡por favor! — Bufó al cerrar la puerta, cerrando con un cuidado que no demostró al abrirla — Yo tengo mejor culo que tú, no me ofende. Somos amigos desde hace tiempo, no tengo vergüenza por verte... —
— ¡¡Yo soy el que muere de vergüenza!! — Se quejó con las mejillas levemente ruborizadas, sin las neuronas funcionando. Gracioso considerando que era un hombre de acción, un alfa de pensamiento veloz a la hora de ejercer patrullaje, arrestar o perseguir.
— Oh — Nicolás asintió atontado. Se deslizó por la puerta, sentándose sobre la alfombra, colocó sus manos sobre sus ojos, cual barrera protectora y apoyó su frente sobre sus rodillas — Dime cuando puedo ver —
— Bien — respondió entre dientes. Ignoró el pequeño cuerpo a su costado y cambió su uniforme de trabajo, a una mudada de dormir. Jaló de las sábanas de su cama, las ondeó hasta dejarlas caer suavemente sobre los hombros de su mejor amigo — Aún no he dicho que puedas ver — dijo al notarle removerse.
— Lo siento — su voz sonó encerrada, ocultándose del mundo exterior, acurrucándose en la piel que empezaba a tomar el calor y aroma de alfa.
Lucas se sentó frente a él, cruzó las piernas y descansó su codo sobre su rodilla, cubriendo con su mano su mentón — Ya — murmuró de mala gana, a sabiendas de la conversación que le esperaba.
Nicolás se erigió, dio una larga bocanada de aire — Lamento haber irrumpido en tu habitación sin llamar y verte el culo —
— Lo último sobraba — Jaloneó con su otra mano el cachete a su alcance. Su molestia se disipó porque Nicolás entendió el motivo de su enojo. Una disculpa y una promesa de una cena sin verduras lo arreglaría — Bien, habla — soltó su mejilla acunándola sobre su palma.
— ¿Crees que es buena idea mandar a Biel a la escuela? Digo, lo hablamos y suena ideal, pero — enterró sus dedos en sus muslos, descargando un poco sus nervios — ¡¡Los niños suelen ser crueles!! — lloriqueó, su mente ya imaginaba el acoso — Quizá debimos insistir en que nos llamara sus padres —
Lucas sabía que Nicolás había visto más de mil escenarios futuros, cada día se asombraba de la capacidad de su mente... Se preguntaba si su esposo era un superhéroe. Quizá podría publicar su historia en los periódicos. La mano en su pómulo bajó al hombro, estrujando por encima del pijama y la cobija.
ESTÁS LEYENDO
Un cachorro para dos tontos
Romantizm|Omegaverse| Nicolás es un omega infértil y soltero. Su gran añoranza de un hijo, le llevó al camino de la adopción. ¿Su desgracia? No cumple con los criterios para ser un padre adoptivo, así que recurrió a la única persona (y alfa) en quien confía...