Capítulo 5

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— Lu. Lu. ¡Lucas, despierta! — insistió al abrir de par en par las puertas de la habitación de su amigo. Prácticamente la derrumbó, golpeó con el pomo la pared, haciéndola rebotar — ¡Lucas Nowak, arriba! — De caminó tropezó con una almohada que recogió solo para tirársela en la cara al alfa escondido en una fina capa de tela de algodón.

— Nico — llegó a balbucear con labios apenas entreabiertos, pesándole hasta la pronunciación de una letra — cinco minutos — rogó abatido cual nene que se niega a levantarse cuando su madre va a despertarlo para ir al colegio — cinco más —

Frunciendo el ceño, saltando en el borde, removiendo la paz del alfa, el omega se negó en dejarlo solo de nuevo — ¡Dijiste eso hace cinco minutos! No seas perezoso. ¡Hoy es el día! — En dos meses más, cumplirían los dos años de lucha.

Dos años llevando el proceso, entre pruebas, documentos, pagos, charlas, certificaciones y entrar a una lista de espera, cuya espera pareció detener las manecillas, regresando los días en el tiempo. Tenían permiso de dar un pequeño acercamiento al centro de adopción, solo un pequeño vistazo antes de siquiera poder emparejarse a un niño con el que formar un lazo.

— ¡Lu, despierta! — le arrancó las sábanas, dejándolas caer al suelo, desterrándolas de su lugar en la cama, porque empezaba a llenarse de nervios — Se nos hará tarde, yo no llego tarde, nunca. ¡Lu, Lu, mi bebé! — Chilló moviendo su hombro, impidiendo que pudiese encontrar el camino a sus sueños.

— ¿Bebé? No sabía que nos habíamos puesto... apodos cariñosos — la mitad de su dialogó se cortó por un largo bostezo que casi lo lleva de regreso al mundo del descanso.

— No, tú no eres mi bebé. Hablo de mi hijo — refunfuñó con el ceño fruncido, calculando el lugar perfecto para caerle encima a su amigo, sin importarle sacarle todo el aire de los pulmones, solo necesitaba que estuviese vestido decentemente en cinco minutos — Hoy es la visita, llegaremos tarde, Lu. No me obligues a recurrir a la violencia —

Nicolás estaba desesperado, su perfecto cronograma empezaba a resquebrajarse. Despertar a las 5:50 de la mañana, estiramiento a las 6:00 para poder tener unos brazos fuertes con los que cargar a su bebé y no sufrir de ningún entumecimiento, 6:15 entraría a la ducha y veinte minutos después empezaría a vestirse, 7:00 de la mañana tendría que estar haciendo el desayuno: Tostadas y café, leche con banano y cereales, la energía sería importante. Se irían a las 7:40, pudiendo disfrutar de la ruta con tranquilidad, porque tendrían 50 minutos de ventaja. Todo perfectamente calculado, excepto que Nicolás no agregó en sus números la gran excepción: Lucas.

— Voy, voy — El alfa murmuró cubriéndose la boca con una mano a ciertos centímetros de distancia, escondiendo el nuevo bostezo. Se sentó y se vio obligado a ponerse en pie por el constante jaloneo de su amigo, quien tiraba de su mano, esperando levantarlo. Lucas entreabrió los ojos, perezoso se rascó la panza

— ¡Vamos, vamos! — renegó empujando al alfa por la espalda, suspirando de alivio cuando la puerta del baño se cerró y a los pocos segundos sonó una lluvia artificial. Se secó el sudor con una toallita.

El omega bajó las escaleras de dos en dos, tarareando "would you be so kind", fallando en los tonos, procurando masajearse los cachetes al llegar al último peldaño, porque la emoción no hacía más que provocarle dolor en el rostro por tenerlo sonriendo embobado. Rellenó el vaso térmico hasta el tope, soplando la superficie, espantando el calor.

Frente al espejo, se acomodó los mechones rubios de cabellos, procurando atrapar su flequillo en unas horquillas, sus labios brillaban por el bálsamo de manzana verde, su camisa blanca no presentaba arrugas y sus zapatillas estaban perfectamente resplandecientes.

Un cachorro para dos tontosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora