Capítulo 20

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No alcanzaba. Aún de puntillas solo miraba su frente reflejada en el cristal incrustado en la pared. Un puchero inconsciente nació en la mueca de sus labios.

Se rindió ante Terrence, quien le cedió un banquito en el que apoyarse, consiguiendo apreciarse a sí mismo en el espejo. Admirando la simplicidad de una camiseta blanca y unos pantaloncillos cortos azules de fina tela, Biel empezó a preguntarse qué tan exagerado era su pijama de estampado de jirafas. Estiró la camiseta, admirando el animal caricaturizado, él creía que era lindo.

Agradeció en un asentimiento la pasta dental que el mayor puso en su cepillo, y empezó a limpiar sus dientes, antes de hundirse en la cama para descansar.

— Laven bien sus dientes o Nicolás sufrirá un ataque cardíaco si debe combatir las caries — murmuró Trinity al apreciar la labor de ambos niños bajo su responsabilidad. Apoyada contra la puerta, yacía de brazos cruzados vigilándolos.

— ¿Va a leernos un cuento para dormir? — Biel cuestionó a la mujer tras acabar su ardua labor, toda una rutina nocturna antes de escapar del mundo de los despiertos. Se sostuvo de la camisa de Terrence al bajar del banquillo, recuperando rápidamente el equilibrio.

— ¿Nicolás y Lucas te leen antes de dormir?, ¿siguieron al pie de la letra los manuales de "cómo ser padres"? — Bufó, no sabía si nombrarlos padres modelo o un dolor en el culo, el debate era feroz en su mente. ¿Hace cuánto no agarraba un libro? Seguramente desde que se graduó de secundaria y empezó a laburar para ganar el pan del día.

— ¡Abu, yo voy a leerle a Biel! — Animado, con un hilo de pasta dental deslizándose de la comisura de los labios, Terrence se giró hacia ambos dando un saltito con el que casi se le cae el cepillo de dientes de la mano por el movimiento abrupto de su cuerpo.

Trinity chasqueó los dedos, señalando a su energético a su nieto — Perfecto, eres el lector designado de esta noche. Ahora a dormir, pequeños mocosos — los llevó a punta de empujoncitos en la espalda hacia la habitación de Terrence, cuidadosa al llevar al par de infantes.

— ¿No va a arroparnos? — Biel volvió a preguntar al verse en medio de la recámara, con la beta a punto de cruzar el umbral de la puerta, dejándolos a su suerte.

El expresivo tono de su invitado la detuvo, un escalofrío le recorrió la piel, viéndose irritada por las diferentes crianzas entre familias, era un choque para el que no estaba lista — ¿Arropa qué? — Arqueó una ceja, el tema de afecto parental empezaba a abatirla, pues nunca fue una mujer que demostrase cariño tan directo, usando el cuerpo para comunicarse, en actos simplistas donde se escondía el amor. Su expresión de cariño era mucho más tosca, posiblemente definida como frívola.

— ¡Abu, yo voy a encargarme! — Terrence se ofreció por segunda vez, al notar a la fémina en problemas, sin saber cómo rechazar al menor, no sabiendo otra palabra más que: No — Cuidaré de Biel porque soy el mayor — se alabó dándose una palmada en el pecho, grato de tomar responsabilidades.

Trinity no esperó réplicas de Biel, escapó de cualquier posible contraargumento, cerró la puerta y se marchó a sus propios aposentos. Los pensamientos quisieron derrumbarla, por mucho golpe a su orgullo, Lucas era el mejor padre que Nicolás pudo conseguirle a su hijo. Reconocer un error, era de valientes... El mundo se llenaba en oleadas de excusas, en donde nunca habían humanos, todos eran santos.

Biel fue el primero en sumergirse entre las sábanas, asegurándose de sostener en sus manos el celular que Trinity le había dejado en la mesita de noche, cuidó de él con esmero por su delicadeza, dejándolo al lado de su almohada, se echó en su parte del lecho acolchado, abrazando al peluche como compañía.

— ¿Qué libro quieres que lea para ti? — Terrence, de rodillas junto al carrito, empezaba a inspeccionar los títulos, buscando el cuento perfecto para esa noche.

Un cachorro para dos tontosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora