Epílogo

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3 años después

El rocío de la mañana era aterradoramente tentativo, pues llamaba a la pereza. Los rayos del sol presumían de ternura al tocar la piel. El viento sacudía los rosales, llevando consigo el aroma de las flores en un viaje de infinitos destinos. El retumbar del estómago del alfa les sacó de la ensoñación.

— Lo siento, los nervios y el hambre me tienen mal — murmuró manteniendo los ojos cerrados porque su tercer problema era el sueño.

— No entiendo cómo puedes tener hambre en esta situación, Lu — el omega replicó. Él, por el contrario, sentía que ni el agua podría pasar por su garganta. La grama le picaba en las piernas, cambiar sus pantalones de pijama por unos shorts ya no se le hacía buena idea... Todo era culpa del verano y sus mortales calores.

— ¿Ustedes están nerviosos? — Biel les cuestionó con asombro — Solo iremos a buscar a mi hermano, deberían estar felices — ¿Acaso él era anormal por estar eufórico imaginando al siguiente miembro de su familia?

— No es que no esté feliz— Lucas emuló una risa, no tenía las fuerzas para hacerlo de verdad — Solo estoy presionado por hacerlo bien —

— ¿Así fue conmigo? —

Nicolás recordó con añoranza el día de hace años en el pasado. Sus acciones eran un poco difusas, pero sus sentimientos seguían bastante claros — No pude dormir, estaba por subirme a las paredes y brincar en el techo —

— Al final nosotros no hicimos nada — Lucas se recostó sobre el pasto, con las manos fungiendo de almohada, miró las nubes atravesar el cielo de su jardín — Tú nos encontraste a nosotros. Te amamos desde el primer momento —

— Entonces, será fácil — el niño se encogió de hombros, cada vez entendía menos las complicaciones de los adultos — Cuando el corazón les diga: "Ese es", significa que lo encontraron —

Nicolás y Lucas cruzaron miradas antes de echarse a reír, uno más escandaloso que el otro, pero compartiendo la misma felicidad.

— Supongo que eso lo simplifica — muy a su pesar, Lucas se levantó del suelo. La extraña rutina de salir a sentarse a tomar el sol por las mañanas era una tradición familiar — Será mejor desayunar y alistarnos, no queremos llegar tarde —

No iba mencionar que la reunión sería dentro de tres horas y tenían tiempo suficiente, porque salir con bastantes minutos de anticipación era para mantener tranquilo a Nicolás.

— Papá Lu, ¿hoy podemos desayunar panqueques y cereales? — preguntó antes que el alfa se marchase.

— No lo sé... ¿Podemos, papá Nico? — No quería pasar por encima de los deseos de su pareja, quien cuidaba diligentemente del azúcar que consumían todos los días.

— Solo porque es una fecha especial — accedió. Darse uno o dos lujos de vez en cuando no era un delito — incluso podemos incluir algo de fruta, este mes nos fue bien con los cupones — dijo, orgulloso de sus habilidades para llevar las finanzas del hogar.

El alfa ayudó a su omega e hijo a levantarse del suelo, caminando junto a ellos hacia el interior de su vivienda. Los panqueques fueron elaborados por Biel y él, mientras Nicolás se encargó de cortar la fruta y pelearse con un videotutorial, porque intentó darle figuras a las mismas... Evidentemente no le salió como quería.

Tras las complicaciones cotidianas del desayuno, se despidieron brevemente con la promesa de reencontrarse en el salón cuarenta minutos después. El primer compromiso sería encontrar al nuevo miembro de la familia, el segundo consistía en visitar las tumbas familiares por las buenas nuevas y el último era cargar las energías comiendo tacos en un local que llamó la atención de Lucas. Un día laborioso lleno de subidas y bajadas emocionales.

Un cachorro para dos tontosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora