Capítulo 18

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Biel estaba en un dilema, en un terrible dilema. ¿Cómo aconsejar a un adulto sobre su vestuario para su cita?

El romance no removía emociones, los besos lucían asquerosos y de donde venían los bebés era un misterio. La historia de la cigüeña seguía sin convencerlo, porque la que se encargó de él, perdió la dirección y lo olvidó en la puerta del orfanato.

— Quise quejarme con el departamento de quejas cigüeñil por su pésima labor — se inventó la palabra mientras fruncía el ceño — Les escribí cartas queriendo que revisaran mi caso, pero nunca respondieron — se quejó con el adulto, acomodando con insistencia el lazo del peluche que secuestró de su propia habitación.

— ¿Departamento de quejas cigüeñil? —

Nicolás tenía pocas experiencias con las citas, si se ponía a contar con los dedos de las manos las veces que fue a una salida romántica, le quedarían al menos ocho libres, por eso recurrió a una persona confiable. El niño que yacía sentado frente a él, sentado sobre la alfombra de su habitación, con quien mantenía una profunda charla sobre el origen de los bebés.

— Sí, es un área de la empresa de las cigüeñas. Me quejé porque me perdieron en el camino, me parece injusto — resumió tras suspirar, dándose por vencido con el lazo en el cuello del peluche de felpa.

¿Cómo llegaron a esa charla?

Nicolás le confesó al niño sus múltiples problemas respecto a su pronta cita con su mejor amigo, y Biel le respondió que él también tenía muchos problemas, entre ellos, la poca profesionalidad de las cigüeñas al dejar bebés a sus padres.

— Yo también quisiera quejarme con el departamento de quejas — murmuró Nicolás con una risa de pena, acercando sus piernas a su torso, apoyando su barbilla sobre sus rodillas — pero está bien. Mi psicóloga me dije que no debo quedarme enfrascado en el pasado o se me olvidará vivir el presente —

— ¿Qué es un psicóloga? —

— Una psicóloga — corrigió — es una doctora de la mente... A veces nos enfermamos, por eso debemos ir a donde el médico para que nos ayude a sanarnos — explicó, esperando no sonar tan complicado a la comprensión del infante — A mí me gustaría que probaras ir a una sesión, es solo si tú quieres —

Lo tomó desprevenido, se revisó la cabeza, palpando sus cabellos, esperando encontrar algún orificio — ¡¿Yo también estoy enfermo?! —

Nicolás se aguantó una carcajada por la interpretación de Biel, sus labios temblaron y tuvo que dar una gran calada al aire para no echarse a reír — No tienes que estar enfermo, es importante ir, así puedes cuidar tu salud mental y sentirte mejor —

Biel no entendía, si no estaba enfermo no necesitaba ir al hospital, pero Nicolás le decía que era importante y él era muy listo — Está bien, quiero visitar al doctor de la mente... ¿Podría acomodarle el lazo? — preguntó al mayor, notando su poca habilidad.

Con un asentimiento, el omega alzó las manos pidiéndole el peluche, atando correctamente la cinta roja, admirando lo adorable del osito de felpa. Biel había pasado alistando al peluche, porque era el que se iría con él a casa de Trinity.

— ¿Estás nervioso por dormir en otro lugar? — Cuestionó por tercera vez en el día. Conociendo lo terco y orgulloso que solía ser, esperaba ablandarle el corazón un poquito, ganarse un poco de confianza de saber si su supuesta calma era por culpa de la presión.

— Creo que ustedes son los más nerviosos — se acercó, comprobando los largos del lazo, porque le distraían si estaban disparejos — Estaré bien y ya sé: Si no me siento bien, puedo llamarlos sea la hora que sea, irán por mí. Ya lo han repetido unas veinte veces —

Un cachorro para dos tontosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora