5 | tres

22.2K 751 777
                                    





Respiré entre gemidos mientras la saliva, el agua y su semen corrían por mi barbilla. Mi cuerpo temblaba como un sonajero. Las rodillas, blanditas como masa, se clavaron en el frío mármol, y el dolor me recorrió, como si fueran carne viva. El malestar aumentaba, creciendo como un monstruo, porque Dylan me mantenía arrodillada. Rígida, sin poder moverme. Las esposas apretaban mis muñecas, que ya casi no sentía.

Soltó mi cabeza mareada. Lo miré entre mis largas pestañas, y las lágrimas cayeron una a una.

Enrojecida, el calor llenó mi rostro, y mis ojos se quedaron clavados en él, sin moverme. Introdujo su pene semiduro dentro de los pantalones mojados. Cerro la cremallera y soltó un gemido ronco que me provoco vibrar como polilla asustadiza.

Grande, tanto en longitud como en grosor.

Mi mandíbula dolía de tanto mantenerla abierta.

De la mima manera la garganta quedó resentida por la rudeza de su miembro.

Se inclinó hacia mí, su aliento cálido rozó mis mejillas, teñidas de rojo. Sus ojos, intensos y dominantes, me atravesaron, como si pudieran leer cada pensamiento. Dylan, con su presencia aplastante, irradiaba poder. Ya lo conocía demasiado bien, como una marca profunda, imposible de borrar.

—Tu garganta es bastante estrecha —Lo miré mientras sus labios se curvaban en una sonrisa apenas perceptible. Glosó su sentir conmigo en un susurro, y luego, como si la euforia lo dominara, gruñó bajo—: Una boquita bastante cálida. Me encanto follarla.

Las mejillas me hormiguearon. Me lamí los labios hinchados, que aún guardaban el sabor a Dylan. Me perdí en la ronquera de su voz, que sonaba áspera, casi como un susurro peligroso.

Esperé a ver qué hacía. Clavo sus dedos en mis mejillas, provocándome soltar un gemido bajo.

Mi pecho latió despacito, como si el semen pegajoso se hubiera quedado atrapado en mi garganta. El aire estaba espeso, como una nube triste que me llenaba de ganas de llorar. Salté cuando el silbido me hizo despertar del mareo. Un susurro se acercó a mis labios:

—No te duermas, Emily. Eh, no es hora de dormir, pequeña. ¡No te atrevas a desmayarte! —ordenó, con una sonrisa torcida, disfrutando cada palabra como si fuera el gran espectáculo—. ¿Sabes lo que me haría perderte ahora? ¡Cuando finalmente eres mía, solo mía! ¡Eso sería un desastre, un caos total! Te pierdo dos minutos y me reviento la cabeza. ¿Y tú quieres hacerme eso, eh?

Negue con la cabeza, como si fuera un muñeco sin mucha fuerza. Mis ojos, vidriosos y fijos, pero vacíos, dejaban caer más lágrimas que brillaban como perlas perdidas.

—¡Que preciosa! Llorando también te ves hermosa. ¿Lo sabías? A ver, mira... tienes un poquito de mí, aquí —informó, señalando mi pecho con semen blanquizco recorriendo por ellos. La mirada intensa, como si estuviera marcando su territorio. Su sonrisa se deformó en algo casi enfermizo—. ¡Cada maldita lágrima, cada suspiro, cada pedazo de ese pecho lechoso y dulce es mío! ¡Que me jodan! Convertiré de mi pequeña cada puta cosa que quiera en un completa erigía. ¡Este cuerpo es mío! Me tendrás que complacer... no, eso deveras hacerlo. Vas a complacerme.

Su dedo deslizó el semen de mi barbilla. Capturó mi cabello, alzo mi cabeza y unto su glaseado en mis labios rojos e hincados.

—Mmju —gemí, acatando el: «vas a complacerme», observando sus ojos eufóricos.

Conectamos miradas, y me sonrió con satisfacción al ver mis cachetes rojos y regordetes, que gritaban vergüenza, como si fueran su propiedad.

¿Él me sonrió bonito?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 04 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

DESCONOCIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora