CAPITULO 4- Eren

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Eren estaba a punto de hacer su desayuno cuando cayó en cuenta de que no tenía nada en su alacena, maldijo por lo bajo, y ya que hoy tenía el día libre, se dispuso a ir al pueblo a comprar provisiones.

Le tomaba cerca de media hora a pie llegar al pueblo más cercano, siempre tomaba un camino estrecho a través del bosque, que le brindaba privacidad, además de que podía admirar el bosque que lo rodeaba, sin el molesto sonido de los autos, o el de las personas.

Las plantas alrededor del camino transmitían el suave y agradable olor del rocío, el cielo estaba lleno de nubes, mientras que el sol tomaba lugar en lo alto, transmitiéndole calor, lo que le daba a Eren algo paz y calma, cosas que él nunca sentía, por lo que sentirlo era casi liberador.

Al cabo de unos veinte minutos, diviso el pueblo a lo lejos, por lo que se soltó el cabello y dejo que este le cubriera el rostro.

Una de las pocas ventajas que tenía el retraso tecnológico en Paradis, era que las cámaras tardaron en llegar, y cuando lo hicieron solo eran unas cuantas, por lo que él realmente jamás fue captado en cámara, además raramente se le había visto en público, por lo que pocos conocían su rostro. Lo único que si conocían todos era su voz, debido a caminos, por lo que intentaba hablar poco y cambiar su tono a uno un poco más grave cuando lo hacía, sabía que lo habían escuchado hace mucho tiempo, pero aun así, pensaba que era mejor no arriesgarse a ser reconocido.

Siguió su camino directo al mercado, donde había una multitud, en la cual era fácil perderse, lo que jugaba a su favor, no le agradaba mucho ir a lugares concurridos, aun así, algunas veces lo disfrutaba, el bullicio le recordaba a sus días en Shiganshina, y los niños corriendo alrededor le recordaba a Mikasa, Armin y a él.

Estaba comprando las cosas que necesitaba en el lugar de siempre, un pequeño tendero que quedaba en la esquina menos frecuentada del mercado donde una señora de mediana edad siempre lo atendía.

Cuando de repente, sintió que lo observaban, era una sensación que no había sentido en un bueno tiempo, pero sabía lo que era, miró disimuladamente a sus alrededores sin encontrar nada, pagó por sus cosas y se dirigió de vuelta a casa.

Seguía sintiendo que lo observaban, tomó sus cosas en una sola mano, y su cuerpo se puso en modo alerta, ¿será que alguien me vio en el orfanato?, ¿alguien me habrá reconocido en el mercado?, Debí ser más cuidadoso a la hora de esconderme, miles de posibilidades se le pasaron por la cabeza, sabía que los Jeageristas lo estaban buscando, y estaban esperando a que el volviera a liderarlos, o, por el contrario, castigarlo por haberlos dejado.

Su ansiedad no hacía más que crecer, solía entrenar todos los días, pero aun así no había peleado con nadie en años, no sabría cómo defenderse apropiadamente, ¿y si era un infiltrado del extranjero que había logrado pasar la muralla que había sido enviado para secuestrarlo o matarlo?

Estaba llegando a las afueras del pueblo, cuando escucho una voz, una que conocía muy bien.

-Es interesante ver como aun conservas tus instintos después de tantos años.

Se volvió para verlo, estaba apoyado elegantemente en la pared de una casa abandonada, tenía puesto un traje azul, su cabello peinado hacia atrás y más corto que la última vez que lo vio, tenía una sonrisa en el rostro, la sonrisa amable que el pasar del tiempo jamás le había quitado, cualquier rastro de miedo y alerta dejo el cuerpo de Eren.

ALAS DE LIBERTAD (Eremika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora