Hiroshima, Japón; 06 de agosto de 1945
Era muy temprano cuando abrió sus ojos.
Apenas las luces del sol comenzaban a acariciar los bordes de los lejanos paisajes que aquella ciudad le regalaba todas las mañanas.
Motivado por una desconocida voluntad se levantó rápidamente y comenzó a vestirse adecuadamente para salir a caminar por las calles de la ciudad en la que ha estado viviendo desde hace ya unos meses.
Mientras se miraba en el espejo del tocador que poseía la habitación en donde dormía, observó todas las cartas ya abiertas y acomodadas a lo largo del mueble de madera. Todas éstas plasmaban temblorosos signos que significaban hermosas palabras que llenaban al corazón de ChangBin de un hermoso sentimiento que lo hacía formar una boba sonrisa en sus labios.
Tomó una de las cartas al azar, alzándola para que la poca luz de la mañana que entraba por la ventana iluminara la tinta que impregnaba al papel.
Con los dedos de su mano acarició el nombre con el que era firmado, recordando así también el rostro que pertenecía al hombre que había escrito esta carta para él.
—HyunJin... —Acercó la carta a su rostro, tomando una profunda inhalación. Su mente ingenua y soñadora le hizo creer que realmente podía percibir el leve aroma del incienso que siempre acompañaba a HyunJin. Al cerrar sus ojos, logró ver esas facciones que anhelaba con locura tener en sus manos y acariciarlas, de besarlas con amor y ternura para demostrar lo mucho que lo quería—. Te quiero tanto...
Desearía que sus palabras fueran escuchadas. No le era suficiente escribirle recurrentemente para no perder contacto, necesitaba verlo, sentirlo, para que éste no dudara de todas las ovaciones que le regalaba en cada carta que le enviaba. Quería que HyunJin estuviera entre sus brazos para que pudiera escucharlo; lo que más esperaba con entusiasmo era escuchar los latidos de su corazón, aquellos sonidos que le dijeran en un melodioso susurro que estaba vivo.
Dejó la carta sobre la mesa, expuesta con las demás en una galería de escritos sobre el tocador.
Cuando levantó su mirada, se encontró con su reflejo.
Un hombre joven; cabello corto y oscuro como lo era también el traje que se había puesto para el día de hoy. No había nada diferente al tono azabache además de su piel, pues el color elegido para el día de hoy era el negro, ya que sentía que debía de darle una despedida a Nishida Taro, para dar paso a Seo ChangBin.
Ya había arreglado todo en el trabajo que se le fue asignado en esta ciudad.
Estaba lo suficientemente lejos de Kioto para que nadie lograra seguir sus pasos, mucho menos su padre quien tenía poder sobre una parte de la milicia. Su presencia en la oficina de Hiroshima ya no tenía que ser recurrente, por lo que podía quedarse en el pequeño lugar que había alquilado para su estadía en el lugar.
Esos días libres de los que era poseedor le eran de gran ayuda para poder escribir y enviar cartas a HyunJin. Incluso... tenía la oportunidad de escribir cartas que pronto le servirían en el futuro.
Hace unos días le había enviado una carta a HyunJin, de la cual no dudaba que le llegó en el lapso de la semana. Había aprovechado ese mismo día para enviar otra carta a Kioto, pues, sabía que pronto sería su último día en Hiroshima.
Lo único que le faltaba era enviar una carta de renuncia a la oficina donde ejercía su labor; quería terminar las cosas de manera noble para no levantar sospechas de su huida. Quizás, más tarde, iría a la oficina de correos para entregar dos cartas que había escrito especialmente a sus padres, una para cada uno respectivamente.
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La mugungHwa que se marchitó [HyunBin/ChangJin]
FanfictionLa historia está escrita por quienes lograron sobrevivir, eso es innegable. Conocemos todos los eventos trágicos que acompañan a la historia humana; aquellos sucesos que marcaron un antes y un después en el mundo. Pero... ¿Qué hay de las historias n...