Tobio era aún un niño cuando experimentó su primer amor. Shoyo era tan hermoso, tan maravilloso.
Pero había un problema: ¡Shoyo era cinco años mayor y el mejor amigo de su hermana! ¡¿Como iba un niño de nueve años salir con un chico de 14, que adem...
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Tobio ya tenía todo listo para irse.
Shoyo tenía una habitación libre, pero habría una serie de reglas que el Alfa debería cumplir. Se enteraría una vez llegase a Tokyo.
Tenía una maleta con ropa, otra con su dinero e identificación, zapatos, unos mangas y unas fotos que le robó a sus padres.
Esa madrugada, se iría al aeropuerto.
Tenía todo planeado, una carta de despedida a su familia, un aviso a la policía que, al tener oficialmente dieciocho años, se independizaría y que se no ejerciera una orden de búsqueda.
Acostado en su cama, con las maletas expectantes, Tobio esperó la madrugada. Miraba el techo, preguntándose si Hinata sabía el motivo de su partida secreta.
Escuchó la alarma en su reloj. 1:27 de la madrugada. Debía de salir de casa.
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El vuelo había ido bien. Tobio entregó todo en tiempo y forma, y ahora que estaban aterrizando, cerca de las 4:00 de la mañana, el equipo del Karasuno le deseaba un buen vuelo y deceso.
Bien pudo haberse ido junto a Tsukishima, que había recibido una oferta similar el mismo año, pero debía irse antes de los exámenes universitarios. Le temblaba la pierna mientras veía por la ventana el cielo aún oscuro.
Salió del avión, y sentados en el área de cafetería del aeropuerto internacional de Tokyo, estaba un pelirrojo dormitando en el hombro de su pareja. El mayor lo movió en cuanto vió al Setter de Miyagi.
-¡Tobio!- Exclamó el mayor al ver al azabache ahí parado, con mil maletas en los brazos. -Hinata...-
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