Harry Styles, un detective forense. Louis Tomlinson, el policía encargado de la investigación. Tras volver de un interrogatorio, el cuerpo de la víctima ha desaparecido. ¿Qué ocurre cuándo todos parecen sospechosos?
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Londres, Inglaterra 20 de marzo, 2017
El aire en la sala de interrogatorio estaba cargado de tensión, pero no la clase de tensión que suele acompañar a un interrogatorio policial. En cambio, el ambiente estaba impregnado de una complicidad latente, un secreto compartido entre el policía y el forense. Aquel beso. Uno que había dejado a ambos con el corazón acelerado y el deseo de más.
Ahora, se encontraban en la comisaría, frente a la sala de interrogatorio, preparados para cuestionar al sospechoso, un tal Stephen James. Sus miradas se encontraron brevemente, pero eso fue suficiente para encender un fuego interior en sus venas. Louis, con su gesto caballeroso y una sonrisa traviesa, se apartó un poco de la puerta y le hizo un ademán a Harry para que entrara primero.
Sus ojos brillaban con complicidad mientras murmuraba suavemente. —Después de ti, doctor.
El rubor se apoderó del rostro del rizado, pero no pudo evitar soltar una risita nerviosa. Pasó junto a él, rozando sus manos en un toque fugaz que enviaba corrientes eléctricas por sus cuerpos. El policía le siguió, cerrando la puerta detrás de ellos y se encontraron cara a cara con el sospechoso.
La sala de interrogatorio estaba iluminada de manera fría y estéril, con una única mesa de metal en el centro y tres sillas dispuestas alrededor de ella. Stephen, un joven con aspecto robusto y ojos cansados, estaba esposado y sentado frente a ellos, con una mirada nerviosa y ansiosa que no podía ocultar. Louis tomó la iniciativa, manteniendo su mirada fija en el joven.
—Stephen, sabes por qué estás aquí, ¿verdad? —Preguntó el policía con seriedad.
El chico asintió, sus manos temblando ligeramente. —Sí, lo sé. Amenacé a ese hombre, pero no lo maté. No pude haberlo matado.
Harry, el forense, intervino con calma. —Stephen, comprendemos que amenazaste a la víctima, y eso es un asunto serio. Pero necesitamos saber toda la verdad. ¿Por qué le amenazaste? ¿Qué te llevó a hacerlo?
El hombre respiró profundamente antes de responder, sus ojos llenos de remordimiento. —Estaba bajo el efecto de las drogas, él me debía dinero. Estaba desesperado, necesitaba dinero y le amenacé de esa manera pensando que cedería, pero nunca pensé en hacerlo.
Louis intercambió una mirada con Harry, consciente de que la confesión de Stephen podría cambiar las cosas. Pero debían seguir adelante. —Stephen, ¿dónde estabas la semana en que ocurrió?
El joven respondió rápidamente: —Estaba en el centro de recuperación. Estoy en proceso de rehabilitación, hay testigos que pueden confirmar que no salí de allí. De hecho, esta es mi primera salida desde entonces.
Harry tomó notas de la declaración de Stephen y continuó con su interrogatorio. —Bien, eso es importante. Estamos investigando el asesinato de Josh Smith, y si tienes una coartada sólida, eso podría ayudarte. ¿Tienes algún testigo o documentación que respalde tu coartada?
Stephen asintió con vehemencia. —Sí, tengo mi tarjeta de registro y varios otros pacientes del centro que pueden decir que estuve allí toda la semana.
Louis miró a Harry, y ambos compartieron una mirada de comprensión. Si Stephen estaba realmente en el centro de recuperación y podían verificar su coartada, entonces no podía haber sido el asesino.
—Stephen, agradecemos tu cooperación. —Dijo Louis con un suspiro.— Vamos a verificar tu coartada y, si todo concuerda, podrás irte. Pero recuerda que amenazar a alguien es un delito grave, y eso inevitablemente tendrá consecuencias.
El joven asintió, aliviado de que finalmente se estuviera aclarando su situación. Harry y Louis se retiraron de la sala de interrogatorios, dejando a Stephen en manos de la justicia. El ojiazul le dio una mirada de rendición al rizado, sonriendo sin poder evitarlo cuando un gesto triunfante reinaba en tu rostro.
—Una vez más... Tenías razón, huesitos. —Harry levantó los hombros, siguiendo sus pasos hacia la máquina de café con Louis a sus espaldas. No tenía que girarse para saber que estaba sonriendo tanto como él.
—¿Has pensado ya qué regalo vas a darme, entonces?
Louis, con el mismo descaro, esperó a que terminase de sacar la taza de la máquina para apoyar sus manos en cada lado de su cabeza. Le acorraló, sin más, en medio del pasillo. Cualquiera podría verlos, incluso las cámaras de seguridad, y eso solo hizo que sus sonrisas (por algún motivo) se hiciesen más amplias.
—Por supuesto, ¿por quién me tomas? —Dijo Louis con una sonrisa traviesa, sus ojos brillando con complicidad.
Harry se mordió el labio inferior, sabiendo que probablemente implicaba algo que no estaba del todo seguro de querer hacer. —Louis, no es necesario. Estaba bromeando.
Pero Louis simplemente negó con la cabeza, su sonrisa creciendo en lugar de disminuir. —Oh, huesitos, ya lo he decidido. Y créeme, te va a encantar.
La curiosidad parpadeó en los ojos verdes de Harry, pero antes de que pudiera protestar más, Louis lo detuvo con un gesto suave.
—Te ofrezco una cena en el Ritz. —Louis pronunció las palabras con una elegancia burlona, sabiendo que estaba desafiando los límites de lo que Harry consideraba cómodo.
El rizado parpadeó, sorprendido por la oferta extravagante. —Louis, eso es demasiado. No puedo aceptarlo...
La respuesta del ojiazul fue una sonrisa encantadora, y Harry sintió cómo su corazón latía con fuerza. —No era una pregunta, precioso. Estaré esperándote a las ocho en tu puerta.
La seguridad en la voz de Louis hizo que Harry se sintiera cautivo, y aunque quería resistirse, algo en el fondo de su corazón le decía que esta cena podría ser bueno para relajarse, conocer un poco más a Louis fuera del trabajo y la rutina. Cuando el policía se alejó con un guiño juguetón, el ojiverde se quedó allí, sintiendo el calor subir a sus mejillas. El Ritz, un lugar lleno de lujo y encanto, parecía estar a años luz de su alcance.
Sin embargo, la promesa en la mirada de Louis y la certeza en sus palabras resonaron en su mente hasta la hora de marcharse a casa.