Capítulo 11: Nadie está escuchando

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   —Hermano, ¡sal ya del baño! ¿Cuántas veces al día necesitas usarlo? ¡Me estoy haciendo pipí!

   Elliot apretó sus labios mientras escuchaba a Hannah gritar por sexta vez detrás de la puerta. Sabía que aquel era el único baño de la casa, y que ella debía estar muy apurada por utilizar el servicio si era tan insistente, pero no podía salir, no podía mover un solo músculo de su cuerpo.

   Aquel era el único sitio donde se sentía un poco mejor. Cuando se duchaba y veía toda aquella espuma escaparse a través del drenaje, sentía que al menos por ese instante podía deshacerse de aquella sensación de suciedad, que podía, al menos por un segundo, olvidarse de lo ocurrido; pero siempre volvía, por más que intentara no pensar en ello, siempre...

   Volvió a abrir la ducha ignorando a su hermana y comenzó a llorar, a llorar con todas sus fuerzas. Jamás podría describir con palabras como se sentía. Había sido tan horrible, tan humillante, tan doloroso.

   Al despertar aquella madrugada, pensó que había sido una pavorosa pesadilla provocada por lo mucho que había analizado aquel asunto, pero la sangre en su cama, sobre su ropa... toda aquella sangre...

   Cayó de rodillas en el suelo y volvió a llorar bajo el agua helada. Se quería morir. Aún se preguntaba porque no se había muerto justo en el instante en que Zachary lo golpeó con la lámpara de su cuarto.

    —No presiones a tu hermano, Hannah. Es natural que los chicos a su edad cambien algunos hábitos.

    Escuchar la voz de su madre fuera de la puerta le provocó cierto alivio. Elliot se puso de pie con lentitud queriendo hablar con ella. Le costaría, le costaría bastante, pero si conseguía que notara la herida que tenía en la cabeza, tal vez...

   —Tal vez está enamorado —susurró Eleanor a Hannah lo suficientemente alto para que él pudiera escucharlo.

   Eso lo destrozó. Sintió la rabia llenando su cuerpo ante todo el asco que de repente le producía esa palabra.

   Elliot salió del cuarto de baño con el ceño fruncido y el cabello goteando. Tenía los ojos enrojecidos de tanto llorar, pero le dijo a su madre que solo se le habían irritado con el jabón. Hannah corrió adentro del cuarto de baño en cuanto lo vio salir, dejándolos solos.

   —Por cierto, hijo, he estado buscando en la ropa sucia tu pijama favorita, pero no la encuentro. Tampoco vi la ropa de cama de ayer. Entraré a tu cuarto y...

   —No entres.

   Elliot se colocó frente a la puerta y le impidió la entrada. Era desconcertante como una parte de él quería que lo descubriera y la otra querría mantenerlo en secreto a como diera lugar. ¿Por qué si no había quemado todo lo relacionado con ese asunto antes de que ella llegara a la casa, tal y como le había sugerido Zachary? Sabía que aunque se hubiera deshecho de la mayoría de las pruebas, no había forma de ocultar la ausencia de la lámpara que yacía echa añicos y ensangrentada en la basura.

   —Me deshice de ellas porque son muy infantiles. Ya no me gustan —mintió de nuevo, tal y como habían ensayado. Su mamá volvió a creerle. ¿Cómo podía ser tan ciega?

   —Entiendo. Iremos a la tienda más tarde para que compres otra que sea de tu agrado. —Su mamá sonrió y se alejó luego de besar su mejilla. No pareció notar la herida que tenía en la cabeza, ni que sus ojos suplicaban a gritos un poco de ayuda.

   Elliot se encerró en su cuarto y empezó a llorar en silencio. Cada vez estaba más convencido de que, tal y como Zachary le había advertido, aunque intentara hablar de ello, nadie le creería, o peor aún, pensarían que era... como él.

Más Allá del EstigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora