Capítulo 15: Abandonado

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    Llorar, eso era lo único que Halina había hecho desde ese día. Evan y Eleanor no sabían nada de Elliot después de haberlos dejado en el aeropuerto y ella había hecho de todo para descubrir si había vuelto a Canadá o se había quedado en Pensilvania.

   Lexie había viajado a Summerside para acompañarla, y hasta habían tenido que subirle la dosis del medicamento porque ella ya ni siquiera conciliaba el sueño.

    El que el nombre de Elliot no apareciera en ninguna morgue la hacía sentir más tranquila, pero no demasiado. Había muchas formas de acabar con su vida y que no lo encontraran por semanas o meses. Cada vez que lo pensaba, Halina volvía a llorar.

   No debió decir nada. Si no hubiera dicho aquello, Elliot estaría allí con ella, a salvo.

   —Vamos, chica, que no se va a matar. Solo... necesitaba un tiempo a solas, eso es todo.

  —¿Cómo lo sabes, Lexie?

  —Porque Elliot no es estúpido, sabe que si lo hace después de haber discutido contigo, creerás que es tu culpa y le seguirás los pasos. Puede que esté muy molesto, pero no querría que te dañes por él. Regresará antes de lo que supones. Solo debes permanecer alerta para cuando eso ocurra.

   Halina asintió entre lágrimas, y aunque procuraba sonar convencida, para darles fuerzas a ella, Lexie miró a Nathaniel como si pidiera su opinión al respecto. Él tampoco sabía qué decir.

   Las veces que Elliot había intentado suicidarse en el pasado había alguien que lo contuviera, que lo hiciera entrar en razón, pero ahora que Elliot se había alejado incluso de Halina, no tenía idea de qué esperar.

   Siguieron avanzando a través de la oscura carretera después de recorrer de nuevo cada uno de los hospitales de la zona, tal y como hacían todos los días los padres de Elliot en Pensilvania, hasta que Halina levantó la cabeza del pecho de Lexie y colocó su rostro contra el cristal.

   —¿Elliot? —murmuró a la vez que abría la puerta del vehículo a pesar de aún estar en marcha, provocando que Nathaniel frenara de forma abrupta tratando de evitar que se lanzara de él en movimiento.

   Lexie se bajó tras ella e intentó buscar a Elliot en la dirección en la que ella corría, pero si bien había varias personas caminando en la acera bajo las farolas, estaba segura de que ninguno era él. Se arrepentía de haberse puesto tacones justo ese día.

   —Elliot, ¿dónde estuviste? Yo... te he estado escribiendo todos los días. Tus padres y yo... Elena y yo...

   La persona a la que halaba del brazo se quedó mirándola sin decir nada, y Lexie corrió en su dirección intentando detenerla. Había hecho que se detuvieran varias veces en el camino porque juraba que lo había visto, cruzando la calle, en alguna cafetería o incluso subiendo al autobús, pero era la primera vez que se lanzaba del auto y tocaba a algún desconocido.

   ¿Y si estaba desarrollando esquizofrenia igual que su padre? ¿Y si aquellas circunstancias habían terminado llevando su razón al límite?

   —Tres días —dijo de repente el sujeto cuando ella se disponía a alejarla y devolverla al auto. Lexie tembló en su sitio y volvió a mirarlo al reconocer su voz.

   Llevaba una cazadora negra de cuero, una camiseta gris con una especie de calavera, unos jeans raídos, aretes circulares negros en ambos oídos, lentes oscuros, la barbilla llena de vestigios de barba y el cabello rapado con un tatuaje que daba la impresión de ser una i mayúscula, pero con dos líneas terminadas en punto saliendo de ella en diagonal y cuatro puntos más rodeándola, y, como cereza del pastel, un cigarrillo en los labios.

Más Allá del EstigmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora