Halina emitía pequeños chirridos cadenciosos al deslizar sus pies con pantuflas por el suelo inmaculado y grisáceo. Se sentía como si se hallara en medio de la playa, agitada por la marea. Una marea con aroma a tristeza desbordada y adormecimiento forzoso.
Con todo y eso, estar en un hospital psiquiátrico no era tan malo como parecía.
Rodeada de paredes níveas, con enfermeras y celadores, vigilándola todo el tiempo, por primera vez en meses, Halina descansaba de verdad, comía cosas que no tenía que preparar y se sentía tan entumecida que no sabía si avanzaba o flotaba. Era como estar en una fortaleza de la soledad, de espejos que no estaban hechos de cristal y la hacían ver borrosa y difusa, y chicas que habían dejado de lado las banalidades del maquillaje, la depilación y la ropa colorida por un lugar en aquel espacio diseñado para librarlas de cualquier peligro, incluyéndose ellas mismas.
La vida de todos los internos allí era tan ordenada y monótona como la suya.
De 7:45 a 8:45 am, desayunaban; de 08:45 a 09:15, leían y hablaban con el psiquiatra de sus metas del día; de 09:40 a 10:15, asistían a una charla sobre salud mental; de 10:15 a 11:00 hacían ejercicio; de 11:00 a 11:45 tenían terapia grupal con los miembros de su pabellón; de 11:45 a 12:30 pm almorzaban, y si le apetecía, veían televisión; de 12:30 a 01:30 tenían regulación; de 01:30 a 01:35 escribían lo que sentían hasta ese momento, de 01:35 a 02:15 iban al gimnasio del hospital; de 02:15 a 3:00 visitaba de nuevo a su psiquiatra y en el caso de los menores, se les daban algunas clases para que no perdieran del todo sus estudios; de 03:00 a 03:30 merendaban y podían hacer llamadas; de 03:30 a 4:30, tenían media hora libre y de 04:00 a 04:30, leían y algunos de los internos jugaban en el patio. Luego solo quedaba cenar y dormir.
Halina no tenía ningún recuerdo de su primer mes allí. Al segundo, ya era más consciente de lo que ocurría a su alrededor, pero aún tenía la mente dispersa. Al tercero la sacaron de aislamiento y le asignaron una compañera de habitación, más bien, un compañero. Alexander.
Las demás chicas del pabellón solían preguntarle como podía dormir en la misma habitación que un asesino violento, pero no había nada que explicar. Solo dormía. La presencia de Alexander era tan silenciosa y apacible que apenas notaba que estaba acompañada en las paredes rosa pálido de aquella habitación con una única ventana de barrotes.
Cuando le redujeron la medicación y las ganas de llorar se multiplicaron, su psiquiatra intentó hacerle entender que eso significaba que se estaba recuperando. Ella se esforzaba por no permitírselo, por no ceder al abismo de emociones y pensamientos que le anegaba la garganta, condenándola a un vértice infinito de remembranzas e inútiles “¿y sí...?”.
Halina sentía frío, pero no solo en el cuerpo, sino en el alma, por eso, después de varias semanas compartiendo el mismo espacio en silencio, intentó entablar conversación con su compañero de cuarto. Podía estar enferma ahora, pero Halina siempre sería Halina: una persona con la necesidad incoherente de conectar con su entorno y escapar de sus problemas sumergiéndose en los ajenos.
—Noto que siempre estás escribiendo. ¿Son cartas para tu familia? —Le preguntó en una ocasión. Alexander solo levantó la cabeza y la miró con indiferencia. Negó con la cabeza después de sostenerle la mirada un par de segundos y siguió escribiendo con las piernas entrelazadas sobre las sabanas inmaculadas.
—¿Para tus amigos? —Intentó de nuevo. El chico procuró ignorarla, pero al darse cuenta de que no se apartaría del costado de la cama hasta no obtener respuesta, suspiró con cierto fastidio y asintió sin llevar la mirada en su dirección.
—Debes quererlos mucho. Tal vez yo debería escribir algunas también.
Halina sonrió al verlo asentir una vez más a la vez que observaba la manera desordenada en la que los rulos del pelo castaño de Alexander le cubrían los ojos marrones. Su piel era realmente blanca, como si llevara mucho, realmente mucho tiempo sin recibir el beso abrasador del sol.
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Más Allá del Estigma
RomansaDespués de los sucesos ocurridos en "Estigmas más allá de la piel" la relación de Elliot y Halina parece avanzar sin contratiempos, pero la visita a los padres de Elliot, para asistir a la boda de Hannah, revive viejos traumas y heridas latentes. ¿E...