Sevika

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"Ya no estoy para Juegos"


Un brusco golpe en su cabeza fué suficiente para causar un par de risas, la peliroja solo agachó la cabeza sin importancia, movía sus pies de manera lenta. Estaba sentada sobre un barandal, su espalda apoyada sobre el pilar, estaban saltando clases.

—Tú horrible cara me quita las ganas de comer.— Volvieron a reír al escuchar el comentario de la pelinegra, esta misma tomó la pequeña nariz de su contraria, apretando de esta; de manera brusca.—

En ese preciso momento lograron escuchar el timbre, ya que estaban en la azotea, le tiraron un par de insultos a la chica, dejándola totalmente sola. Apoyó su cabeza contra el pilar, pegando un pedazo suspiro, se bajó del barandal, estirando su cuerpo, el sol comenzaba a bajar, ya era el timbre para ir a casa.
Bajó a por sus cosas, su banco todo rallado, con insultos y dibujos denigrantes, ignoró como siempre, fué directamente por su patineta, colocándose sus audífonos, para hundirse en la música, y olvidar el horrible lado de la vida.

Ladeó su cabeza, antes de que pudiera empujar la puerta, una fría mano sostuvo su muñeca, haciéndola voltear confundida, era la pelinegra con su grupo de locas, la llevó hasta uno de los oscuros callejones, donde solo habían algunos botes de basura, charcos por una fuerte y reciente lluvia. Fué empujada brutalmente contra la pared, soltando un pequeño quejido por lo bajo, la indefensa chica, se acercó dejando un beso en los labios de la chica, que solo era un poco más alta. Al instante un dolor en su estómago se hizo presente, al ver a su contraria tan sorprendida, y ver como sus monos se acercaban cada vez más a ella, su corazón se aceleró, al igual que su descontrolada respiración, no la contaría más.

[Narra Sevika]

Ya estaba por terminar mi cigarrillo, Silco llevaba arreglando asuntos desde hace una hora, sabía que tendría para tres horas más, aún así no tenía ningún apuro, sabía que prendería otro. Arreglé las mangas de mi camisa, pero me detuve, al escuchar un fuerte golpe, algo chocando contra un metal, a lo cuál levanté mi ceja, ya eran las [23:45] de la noche, a estas horas se supone que todo está completamente silencioso. Cerré de forma inmediata el mechero, soltando un gruñido para mí, dudaba en si ir a ver qué sucedía en ese callejón. Terminé por caminar de manera silenciosa hasta este, viendo un grupo de chicas saliendo de este por el otro lado, desvíe mi mirar hasta uno de los grandes contenedores, viendo tambié a alguien sentada en el suelo, y otra frente a ella, arrodillada.

—Lo siento, por favor perdóname.—Pude ver a esa pelinegra juntar sus manos, llorando perdón, besó los labios de la chica, miró hacia todos lados y siguió por detrás al grupo de chicas.—

Me acerqué a la chica, quien estaba sentada con su espalda apoyada en ese frío metal, con la poca luz, logré ver los golpes en su cara y cuerpo, se abrazó a sí misma, me agaché a su altura, reposando uno de mis brazos sobre mi rodilla

—¿Nira?— Hablé en un tono tranquilo, tratando de disimular mi preocupación.

No recibí respuesta. A los segundos levantó su cabeza y me miró, algunos mechones de cabello caían por su cara, se veía confundida. Negué con la cabeza y me levante, estirando una de mis manos, ofreciendo mi ayuda, la cuál fué rechazada, se levantó en un par de segundos.

—¿Quiénes eran?— Pregunté con cierto enojo, caminamos hasta fuera del callejón, gracias a la buena iluminación de las calles, pude ver mejor su rostro.
Me crucé de brazos mientras le miraba, ella solo miró hacia otro lado, inflando sus mejillas, y negó, haciéndome fruncir el ceño.

—No deberías estar a tales horas de la noche en la calle.— Llevé mi mano hasta sus suaves cabellos, solté un suspiro y la abracé.—Sabes que igualmente descubriré quiénes son esas hijas de puta—.

𝗔𝗋𝖼𝖺𝗇𝖾 - [𝖮𝗻𝗲 𝖲𝗁𝗈𝘁𝗌]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora