Capítulo 8: Nueva adicción

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Aún teniendo la 'resaca' de la pastilla pude pensar. Mi intento de agredirle fue fallido y mi tía estaba a segundos de entrar por la puerta, ella no creería a su sobrina si le hubiese dicho que la violaron, así que tenía que verlo.

Y pensé: "Me dejaré atrapar y cuando entre mi tía verá como este loco intenta arrancarme la ropa y entenderá que es un cabrón"

Enrique me cogió de la camiseta, así rompiéndomela, y cuando me atrajo hacia él empezó a besar con su asquerosa boca mi largo cuello.

La llave encajó con la cerradura y entonces me puse a gritar para que pareciera lo que era, una violación.

Entró mi tía y cuando nos vio, pude observar la cara de cabreo que tenía Enrique tras tener un intento fallido de poseer a una niña, equivocada, en este caso.

-¡Quique!- gritó mi tía con las manos en la tapando la boca y cayendo el cigarro al suelo.

-¡Tía!- respondí a gritos haciéndome la víctima. Sencillamente no le tenía miedo, en caso de extremidad hubiese cogido un cuchillo y le hubiera rajado aquel estómago cual folio entre tijeras.

Enrique no me soltó, porque dijo:

-Ya que me has pillado voy a continuar-

Y es verdad, yo pienso lo mismo, una vez que te han pillado acaba lo que estabas haciendo, pero en este caso lo que hice es pegarle en los huevos e ir a la cocina. Allí cogí un cuchillo de sierra y decir a mi tía que llamase a la policía. Mientras ella hacía ese honor me puse al nivel donde estaba Enrique y con el cuchillo tocándole dije:

-Vaya vaya, has intentado violar a la nena equivocada, como te atrevas a moverte este cuchillo será tu nuevo corazón, ¡¿Entiendes?!-

Me miró y me dijo:

-Hoy te libras felina, pero por mi cojones que te haré mía. Con o sin tu tía delante-

Le atamos en el sofá con una cuerda que había en la cocina y yo seguía con el cuchillo en la mano, dándole vueltas y callada. Mi tía fumaba y Enrique estaba callado y mirándome todo el rato.

-Já, inocente niña, no sabes la que te has buscado- me amenazó Enrique a los ojos.

Me acerqué a su cara, pero con el cuchillo adelantado a mí y tocando su cuello.

-Já, inocente gilipollas, no sabes a quién se lo dices-

Llamaron a la puerta repetidas veces mientras gritaban 'POLICÍA'. Les abrimos rápidamente.

Entraron 4 hombres, 2 con esposas y con armas, los otros dos con notas y con grabadoras.

Abracé por primera (y espero) última vez a mi tía para parecer que soy una pequeña, dulce y frágil víctima.

Un policía me sentó en una silla y me pidió explicaciones.

Con la grabadora a centímetros de mi conté todo con detalles, y veía como se lo llevaban. Nunca olvidaré la mirada de rabia con la que me miraba, me encanta que la gente me mire así, ya que me he salido con la mía. Tras terminar el policía me lo agradeció y se fue.

Se veían a vecinos entrar, y a ninguno de ellos lo conocía, hasta que entró un hombre rubio con ojos azules como los de Edu. Reconocería unos ojos como los de él en alguna parte, tendría que ser...

-Soy Héctor, padre de Edu, no sé si me recordarás, veraneábamos juntos cuando eráis mi hijo y tú más pequeños- me explicó aquel hombre.

Tendría que ser el padre de Edu claro.

-No, lo siento, no le recuerdo...- dije con cara de niña bonita.

-Claro normal, ¿Cómo estás? Me acabo de enterar de lo que ha pasado ¿Ha conseguido hacerte algo?- miró mi camiseta y continuó- Oh dios mío, ¿qué psicópata por conserje tenemos? Bueno, teníamos, le voy a despedir.-

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