Suena la repelente y asquerosa voz de mi tía.
-¡Leila! ¡Un guaperas viene a buscarte!-
Me levanté corriendo y cogí mis cosas para poder irme tranquila, abro la puerta y bajo las escaleras así viendo a mi tía hablando con Edu.
-¿Te interesa mi sobrina?- dijo mi tía como si yo fuera un cerdo que se compra en el mercado.
-¡Tía!- grité para que Edu no respondiese, no fuera a ser que mi tía se riera de mí.
-¿Piensas volver a las tantas como siempre?- me preguntó vacilando y mareando el cigarro.
-¿Piensas dejar de ser una completa imbécil y una nicotina parlante?-respondí mirándole a los ojos.
No me dijo nada, solamente me devolvió la mirada y me cerró la puerta como si aquel lugar perteneciera a la gran doña Adolfa.
-Perdona, mi tía es muy idiota- le dije a Edu dándole una patada a la puerta para avisar a mi tía de que para humos ella, humos yo.
-No pasa nada, yo también sufro algo parecido. Mi padre se divorció de mi madre y tengo que soportar a las pendones que pasan por mi puerta y que van a por el felpudo de mi padre- me contó Edu.
-¿Y tu madre?- pregunté sorprendida.
-¿Mi madre? Viene una vez a la semana a cobrarle a mi padre la pensión y a ver como estamos, pero lo peor es cuando dicen los dos de hacerlo, entonces ya no sé si decir si están juntos o no-
Me empecé a reír, para mí la historia era divertida.
Una vez en su moto íbamos en silencio, a veces las palabras me estorban, otras las echo en falta pero aquel no era el caso.
Una vez estacionada la moto y bajados de ella me pidió explicaciones de la noche en la que me encontré a Marc de esa manera.
-Pues... es muy desagradable de contar, pero me desperté en una habitación a oscuras la cual se encendió. Anduve por el pasillo y al abrir la puerta del baño me lo encontré allí tirado cual colilla meada por perro-
-Vaya, eres muy mala haciendo comparaciones- me dijo para dar un toque de humor.
Subimos a la planta 7, habitación 731. Allí me encontré a una mujer que se parecía mucho a Marc. Una mujer muy delgada y alta, pálida como Marc y con un vestido muy elegante con unas joyas doradas. Cuando le miré a los ojos vi que los tenía como Marc, tendría que ser su madre seguro.
-Hola encantada, me llamo Estefanía, soy la mamá de Marc- me dijo la mujer con un pañuelo en la mano ya que estaba llorando. Lo raro es que no llorase, su hijo estaba en coma.
-Hola soy...-
-Leila, ya sé quién eres- me interrumpió aquella mujer –Marc me hablaba de ti, chica bajita con ojos verdes y braquets. Eres irreconocible.-
Edu no puso buena cara al respecto, tendría celos o algo, pero no me importaba en aquel momento.
Al fondo de la habitación vi a Becky llorando sobre Marc, era increíble, ¿Becky estaba llorando por alguien?
-¿Becky?- Para que preguntar si sabía que era ella.
-Madre mía Leila... Marc no está- dijo levantando la cabeza sobre Marc.
Me quedé callada, no quise decir nada, para alguno estar en coma es estar muerto, pero para mí es todo un descanso y una decisión que te hace la muerte elegir.
Estefanía sacó a Becky con ella de la habitación para poder despejarse, mientras tanto me senté en la cama. Noté el descanso que Marc estaba tomando.
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Teen Fiction
Por culpa de aquella maldita persona me metí en las drogas. Por culpa de las drogas me metí en problemas aún más graves. Por culpa de todo esto ya no sé quien soy. Yo, Leila Reina, me mudé sin saber a donde me llevaría aquella mudanza. De una niña...