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VIERNES 24 DE OCTUBRE. 22:46 hrs.

Observó el cadáver iluminado por las luces de la ambulancia. Su ropa estaba cubierta en sangre tras su fallido intento de salvar una vida.

Podía sentir que el resto la miraba en silencio, pero no le importó.

—Kiera... Los emisarios ya vienen en camino —le susurró Dante.

Ella sacudió la cabeza, molesta y su placa de detective que colgaba en su cintura brilló levemente.

—¿Para qué vienen? Este hombre ya está muerto y ambos sabemos dónde terminará su alma —le respondió mordazmente.

Dante suspiró, pues conocía cómo pensaba su compañera.

—Solo deja que hagan su trabajo... Tal vez podríamos ir a que te limpien o cambien la ropa.

La detective se miró las manos y analizó en detalle el color escarlata de la sangre que cubría sus dedos. Sabía que Dante estaba haciendo un esfuerzo por no decir nada ante su estado, mientras que el resto de los presentes debía estar murmurando cosas.

—Al demonio —escupió furiosa y se acercó hacia la ambulancia ignorando a los demás, mientras su compañero la siguió sin decir nada—. Dame algo para quitarme la sangre —le ordenó a uno de los enfermeros, quien le dedicó una mirada espantada al verla y asintió.

Dante la observó en silencio.

—Escupe lo que tanto quieres preguntar —gruñió ella.

—Yo no...

—Somos compañeros, se bien cuando mueres por preguntarme algo —le cortó.

El detective apretó los labios.

—¿Qué estabas intentando hacer?

Kiera detuvo sus movimientos y alzó una ceja..

—¿Disculpa?

—¿Qué trataste de hacer? Estás cubierta en la sangre de un hombre al que le cortaron el cuello en un callejón. No logro entender como...

—¡Demonios Dante, intentaba salvarle la vida! — él se quedó mudo—. No veo que tan difícil es de entender.

—Pero, él... El color de su sangre...

Ella se agarró el rostro, furiosa.

—No es mi trabajo juzgar el alma de nadie según el color de su sangre, para eso están los emisarios —respondió molesta.

—Creo que por fin estamos de acuerdo en algo, señorita Hart.

Dante y Kiera se giraron para toparse con dos hombres vestidos en impecables ternos. Uno de ellos traía puesto un traje, camisa y corbata de color negro, mientras que el otro vestía completamente de color blanco. Los emisarios de la vida y la muerte siempre vestían de la misma forma a dónde quiera que fueran.

Si bien toda ciudad recibía cierta cantidad de emisarios según el tamaño de la población, casi nadie entendía bien a quién realmente le reportaban los emisarios. Solo estaba claro que eran figuras y personas diferentes, que trabajaban literalmente para la vida y la muerte.

Algunos negaban que la muerte y la vida tuvieran una representación física en este mundo, otros afirmaban que vivían entre los humanos. La verdad no estaba clara, solo la presencia de los emisarios reafirmaba que existía una fuerza superior que mantenía el orden y definía, finalmente, si el alma de una persona terminaba en el cielo o el infierno.

En la ciudad de Wrefit Point, había solamente dos emisarios designados: Hamish Reid y Joshua Barker.

—Reid —murmuró la detective con evidente desagrado.

El hombre de terno negro le dedicó una sonrisa burlona.

—Puedes llamarme Hamish, ya te lo he dicho.

—No gracias — respondió ella y continuó quitándose la sangre de los brazos, ignorándolo.

Hamish rió, divertido.

—¿No tienen trabajo que hacer, emisarios?—les increpó Kiera tras unos segundos, marcando a la palabra emisarios con tono sarcástico.

—Efectivamente, con su permiso señorita Hart, señor Pearce —respondió el hombre de terno blanco con una leve inclinación.

—Todo tuyo, Joshua.

No podía negar que aquel emisario era bastante agradable y correcto, lo que le hacía imposible detestarlo. Hamish por el otro lado, le sobraban razones para despreciarlo.

El emisario de la muerte le dedicó una mirada molesta a la detective, mientras su compañero se acercó al cuerpo.

—Asumiré que intentaste nuevamente salvar una vida— le recriminó.

Ella arrugó la nariz.

—Y qué si lo hice.

—Sabes que cuando un alma está sentenciada a su muerte has de dejarla ir. Aparte con el color que hay está claro que... —sus palabras murieron cuando Kiera se le acercó abruptamente, lo agarró de su corbata de manera amenazante.

—La muerte de una persona ocurre cuando su alma se retira de su cuerpo, antes de eso, tiene posibilidades de seguir viviendo. Me da lo mismo el color. Es tu trabajo definir cuál es su destino, no el mío. Así que, no me vengas a decir lo que puedo o no puedo hacer. ¿Te queda claro? —Sin más lo soltó y se alejó de él, mientras buscó su caja de cigarros en sus bolsillos.

Dante observó pasmado a su compañera, pero notó como en la mirada de desprecio de Hamish hubo un dejo de deseo por su compañero, lo que le dio una muy mala espina.

—¿Quieres un cigarrillo, Kiera? —le ronroneó el emisario y se relamió los labios como si lo anterior no hubiera ocurrido.

—No quiero nada de ti y no me llames Kiera, es detective Hart —escupió ella con odio.

Él estaba por responder, pero fue interrumpido por Joshua.

—Reid, ven.

El tono de voz y el hecho que su compañero lo llamara por su apellido hizo que Hamish se pusiera en alerta y se acercara a él, preocupado.

Dante aprovechó el momento y se llevó a su compañera lejos de aquellos hombres.

—¿Qué ocurre? — susurró Hamish.

Joshua observó de reojo a los detectives que estaban más lejos y murmuró —¿Puedes sentirlo?

Hamish inspeccionó el cuerpo con la mirada y abrió los ojos, anonadado.

—El cuerpo no tiene alma—. Y entonces sintió el dejo de una presencia oscura alrededor del cadáver—. Hay rastros de esencia de demonio... Este cuerpo estaba poseído.

El emisario de la vida asintió, se agachó y pasó un dedo por la sangre que corría del cuerpo.

—Y no cualquier demonio. Este color es rojo escarlata lo que significa que...

—Un demonio de la familia real poseyó este cuerpo —murmuró el emisario de la muerte.

Crimen Escarlata {En actualización}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora