Despedida De Soltero

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Con la llegada del verano y la oleada de calor, se habían arreglado todos los preparativos del matrimonio, la fecha y el luchar; como no era legal casarse con alguien de tu mismo sexo en Venezuela, se celebraría en Brasil y nuestro matrimonio tendría validez afuera, pero aquí no. La casa ya estaba comprada, amueblada y decorada para que los novios se instalaran. La abuela Margot no quiso consentir tal monstruosidad y menos que menos mi abuelo. El padre de papa que era español no le parecía una cosa del otro mundo y la abuela Gabriela tampoco. Faltaban cinco días para casarme. El quería que nos casáramos en Estados Unidos y quedarnos a vivir allá, pero le dije que si me iba a casar seria con mis reglas a papa no le quedo más que complacerme, a la final estaba obligado y decidimos hacer algo pequeño, intimo y rápido lo más cerca para regresar, porque no quería estar lejos de mama.

Papa era quien se encargaba de todo, porque a Fanny y mama se los prohibí. Anthony estaba en recuperación poco a poco y estaba deprimido por la noticia y que no podía hacer nada por mí, ni aunque estuviera en condiciones de pelear. Con los regaños de la abuela empezó a comer y recuperarse un poco, porque perdió las ganas de seguir y perdió peso.

Con Gaston tuve que salir y conocerlo, no era una mala persona, estudia Fotografía y finanzas era nieto de un cenador, el hijo de un empresario poderoso, el sobrino de un gran economista y ahijado de un ex presidente de Suiza. Hablaba cinco idiomas; Alemán, Ingles, Portugués, francés y mandarín. Le gustaban los deportes extremos y había viajado a casi todo a Europa él solo. El era trigueño, ojos verdes, cabello castaño ondulado, alto y de facciones delgadas, era elegante, serio y algo interesante, pero tenía problemas cuando no hacían lo que él quería, se airaba y se volvía violento. Cuando no teníamos la misma opinión alzaba la voz y quería que solo él fuera el dueño de la verdad, y se molestaba haciendo caras. Una noche después de ir a un aburrido restaurante elegante a los que solía ir, intento embriagarme con vino y tener relaciones sexuales en su casa, pero el bebió más de la cuenta y nada de lo tenía planeado rindió frutos.

 A la siguiente mañana me llevo un regalo a la cama, se había levantado temprano a ir a una joyería para comprar una cadena que decía: "Te amo" en oro, y tenía escrito por los bordes: "De tu amado esposo". Le di las gracias y no sabía si en realidad aceptarlo, el me dio un beso inesperado y se me lanzo encima en la cama, no me resistí y lo que una vez tenía que pasar paso y nada había cambiado. Sus besos eran un trago amargo, sus caricias un dolor de lumbago, estar en la intimidad era un acto atroz, no sentía nada y el vació me consumía, las estrellas nunca bajarían, ni con los unicornios cabalgaría, era una necesidad insatisfecha y un acto profanador del amor, mis lagrimas no eran nada en comparación con la oscuridad y frialdad que se encontraba mi cuerpo sumiso, quiero y anhelando que terminara el proceso de satisfacción sexual en la eyaculación y que me dejara en paz mientras recargaba energías a un lado. Me hice el dormido y vigilaba incluso con la luz apagada sin luz del día que entrara por la ventana, aunque estaba claro que con el pasaría el resto de mis días.

El me hablaba de los viajes que haríamos en nuestra luna de miel y que me enseñaría cada rincón del mundo, sus lugares y gastronomía. Me regalaba juegos, teléfonos nuevos de alta gama, reloj, chocolates, era alguien detallista y solo daba las gracias y lo abrazaba fuerte para que no me besara, pero luego era peor, no me quería dejar ir, le gustaba mi perfume y tocarme, nadie diría nada, nadie me salvaría, tenía que aceptar todo de él. Un día no quise estar con el y me obligo, me trato de la peor manera posible y dejándome marcar en el cuerpo que tocaba y acariciaba pidiendo disculpas. Llegue a pedirle a Dios que me quitara la vida, porque si no en algún momento yo me arrepentiría y lo degollaría sin ningún remordimiento, lo odio.

- ¿Algún día llegaras amarme? – Me pregunto mientras cenábamos lo mismo en el restaurante que solíamos frecuentar.

- Estoy atado a ti, me casare contigo ¿No es suficiente? – Le pregunte y se quedo callado y cambio de tema.

Primer Otoño Sin Ti...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora