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POR PRIMERA VEZ EN LA VIDA, HERMIONE GRANGER TENÍA TRABAJO ATRASADO. Con cientos de papeles rodeándola, se percató de que su filosofía de querer adelantar las tareas pendientes había sido la correcta porque con los acontecimientos que la invadieron ese verano, había podido estar unos días fuera para poner en orden su vida sin que los metiches se metieran en sus asuntos, acosándola incluso en el trabajo.
Pero era entendible su situación.
Se pasó las manos por su cara para subir a su cabello, enredando sus dedos en el nido de pájaros que tenía. Cogió la botella de agua que tenía en el escritorio y le dio un largo trago. Estaba exhausta, hambrienta y sedienta. Llevaba trabajando todo el día y toda la tarde, su turno había terminado hacía más de cuatro horas, pero seguía en la oficina. El reloj de su pared marcando las diez de la noche. Sin embargo, sus hijos no estaban en el apartamento y podía permitirse estar en la oficina en lugar de estar deprimiéndose en las cuatro paredes de su nuevo hogar.
El divorcio con Ron estaba casi culminado luego de largas horas de negociación y solo faltaba que se emitiera el desenlace del matrimonio. Le dolía, pero entendía que Ronald no quisiera estar con ella. Le fue infiel y mantuvo a su hija viviendo bajo el mismo techo durante muchísimo tiempo; extendió lo inevitable por tanto que cuando finalmente estalló, terminó causando más daño que si lo hubiera soltado desde un principio.
Permitió que su casi exesposo se encariñara con su hija sin siquiera saber los lazos que las unían. Fue cruel y vil de su parte, pero no supo cómo lidiar con la situación en un principio. Dejó que fuera su miedo el que actuara, una cualidad poco gryffindoriana de su parte, y terminó hiriendo a muchos.
Lo que más le dolía de todo el lío, era que Rose no quisiera verla ni escucharla. Estaba reacia a todo tipo de acercamiento de su parte. Ni siquiera le permitió despedirse de ella antes de marcharse a Hogwarts. Lo único que esperaba era que pudieran limar sus perezas y pudieran compartir la navidad juntas, aunque fuera por algunas horas.
Su hija vendría tarde o temprano. Lo sabía, solo tenía la esperanza de que fuera más temprano que tarde.
Unos toquecitos en la puerta la sacaron de sus pensamientos y se aclaró la garganta para controlar sus sentimientos.
—Adelante.
La madera se abrió y Ron Weasley entró a la oficina, manteniendo una expresión indescifrable. No lucía muy feliz, pero tampoco demostraba tristeza. Solo había vacío, indiferencia, y una firmeza que dejaba claro que su decisión era final. En su mano derecha sostenía un sobre blanco que ocultaba la declaración que ponía fin a su matrimonio con Hermione.
En el fondo, sí le dolía toda la situación. Muchos le habían dicho lo estúpido que era al dejar ir a una mujer como Hermione, que jamás encontraría a otra como ella, y tenían razón hasta cierto punto. Él no podía volver a estar con Hermione, no después de saber todas las mentiras que le dijo. El recuerdo amargo de que su esposa llegó a estar con otro mientras todavía se encontraban juntos, lo hacía sentir enfermo y nauseabundo.