Capitulo Doce: ¿Puedes Escucharme?

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Alice

—Escuché tu llamado, Aliak.

Miré incrédula al ángel sobre mi cabeza y rápidamente me alejé en cuanto él estiró su mano hacia mí. 

No tengas miedo, Aliak. He venido para ayudarte —levantó su mirada hacia Clark—, sé que aquí habita una maldición. Una muy antigua.

De inmediato me puse de pie y levanté mi espada en contra de la suya, incluso protegí a Clark con mi cuerpo.
Algo en mí me decía que estaba en peligro, su aura y la manera en la que sus orbes azules se clavaron en el cuerpo aún lastimado de mi amigo, me hizo temblar. Este hombre, sea quien sea, emitía un aura imponente y hostil.

Sobre todo hostil.

—¡Alice, aléjate de él! —. Gritó Abby pero no pude moverme, no cuando Clark estaba a mis espaldas.

—¡Alice! —. Bastian me llamó, pero tampoco pude escucharlo—. Por favor, Ally, aléjate de él.

Bonita la comunidad que has creado —. Tarak miró a los demás a nuestro alrededor. Hasta ahora fui consciente de que todos los lobos nos estaban rodeando como una barrera—. Aunque es incómodo, ¿No lo crees? Todos esos ojos sobre ti esperando para atacar.

—No sé quién eres ni lo que piensas hacer aquí, pero te lo advierto, no puedes ni vas a tocar a mi familia —. Rugí molesta, sin darme cuenta de que ya no hablaba como un ángel—. Tú no vas a tocar a mi cazador.

—¿En serio es tuyo? —. Él me miró con seriedad y después inspiró profundo—. Él no parece llevar tu marca encima, pero ese lobo sí. El alfa negro de por allá, ese sí huele a ti. Tiene tu marca.

Yo no tenía que girarme para saber que hablaba de Byron.

—¿Quién eres? —. Negué con mi cabeza—. Tú hablas como humano, pero no hueles como uno. Ni siquiera tienes esa misma aura turbulenta, no, la tuya es firme, recta. Es negra. Tú eres un asesino, puedo olerlo.

Él me miró confundido.

—¿Oler? ¿Tú dices que me hueles a mí?

—Tú hueles a metal, como el sabor de la sangre —. Asentí levantando la punta de mi nariz para olerlo de nuevo—. Tu aura es oscura como el carbón. Es negra.

—Mi aura es sólo el reflejo de mi vida pasada, Aliak. No es quien soy ahora y tampoco quien ha venido a ayudarte.

—¿Ayudarme? ¿Y a qué exactamente?

Él sólo desvió su mirada y con un gran enojo, vio a Jake en brazos de Abby. No lo pudo evitar, sólo gruñó haciéndole saber su malestar.

—Te hice una pregunta —. Llamé su atención de nuevo hacía mí.

—Vine por ti, porque tú me llamaste. Porque tú pediste ayuda con tanta fuerza, que me fue imposible no sentir tu despertar a través de mi sangre —. Tarak pasó su mano por su brazo y sentí un escalofrío en el mío—. Así es como nosotros nos llamamos. Es nuestro lenguaje, Aliak, y tú ya lo olvidaste.

Volví a negar, eso es imposible.

—Yo no te llamé, de ser posible, creo que ni siquiera lo hice estando consciente. Así que no, no lo hice. No pedí tu ayuda.

—Lo hiciste, tú y Jarak lo hicieron.

—¿Jarak? ¿Aliak? —negué varias veces—, ¿A qué... ¿Por qué me llamas así? ¿Por qué llamas así a mi hermano? ¿Tú quién eres?

El ángel pronto asintió y, aunque él guardó su espada en la funda, yo no bajé la mía. No confiaba en él.

—Mi nombre es Tarak, el arconte dorado más antiguo del nido y, hasta hace unos meses, creí que era el único que quedaba con vida.

La Luna del Alfa Luna Creciente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora