Prólogo

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Alice

—Byron Hale —. Exclamó el anciano mirando a mi esposo. El viejo no había cambiado ni un poco desde la última vez que lo había visto—. El alfa oscuro.

El mencionado miró al frente cuando el vejete lo llamó y apreté los labios para no soltar una barbaridad justo ahora. No podía creer que, incluso después de haber derrotado a Jonás, estuviéramos aquí.

—Así me llaman —. Sonrió al hombre canoso que lo miraba firme desde su cómodo asiento.

—Creí recordar que antes eras Byron, Nueva... ¿Cómo era? Ah sí—. Sonrió en burla y Byron gruñó en respuesta—. Los tuyos te llamaban Nymåne y no Mørket.

—Parece que olvidas por qué me gané ese nombre, ¿O no, Hale?

»Byron, no es tiempo para jugar ahora«

Lo reprendí en mi mente pero él ni siquiera me miró. Estaba más concentrado en el hombre que lo miraba retador que me fue imposible no mirarlo también.

—Parece que te haz vuelto a meter en problemas, Byron —. Chasqueó la lengua entre sus dientes amarillos. Simplemente asqueroso—. Creí haberte dicho que lo que menos quería era una de tus batallas campales en medio de los humanos. Sabes que no debes meterte con ellos.

—Jamás toqué a uno y no tomé acción alguna fuera de mi manada —. Mi esposo mantuvo la cabeza en alto todo el tiempo—. Tu nieta te lo puede asegurar. Ella estuvo ahí.

La cazadora asintió de manera tranquila aún cuando el anciano la miró con sorpresa.

—¿Que tú hiciste qué?

—Byron no hizo nada malo. Él logró contener al íncubo e incluso lo derrotó con ayuda de su esposa.

—Es verdad, se me olvidaba el detalle de la gran Alice —. Sonrió y esta vez me miró a mí—. Veo que por fin puedo conocerte, querida. Byron me ha hablado mucho acerca de ti.

Yo estaba sentada en los asientos laterales del gran salón, mientras que Byron estaba hincado en el medio con dos guardias detrás de él. Pero ni Clark ni Bastian, dejaron que eso los intimide, pues también estaban a su lado tratando de protegerlo de cualquier ataque "sorpresa" que pudiera presentarse.
Frente a él, había nueve sillas altas detrás de una gran mesa de madera en forma de media luna que, en conjunto, el respaldo de ellas formaba así un medio sol. Era como la mitad de cada mundo simbólico en sí y no perdí la oportunidad de notar a las seis personas que estaban allí.

Para empezar estaba Evan Romanoli, quien según Byron, era el séptimo gran alfa entre los primeros alfas. Ocupaba el apodo de Cuarto Menguante. Como la séptima cara de la Luna. Uno de los principales verdugos de mi esposo según Bastian.
Por otro lado, estaban los gemelos Balckford, Zoe y Bruno, quienes eran los descendientes más cercanos de la Diosa de la Luna. Ellos son quienes estaban al centro, justo donde los podía ver a la perfección. Notando claro, su similitud.

A su lado estaba el viejo canoso a quien no dejaba de grabar en mi mente, pues reconocía esa voz. Él había sido el culpable de que Byron estuviera aquí en primer lugar. Además, yo lo reconocía porque antes ya había escuchado su voz. Él había ido a visitar a mi esposo hace algunos meses y sabía que era quien más quería verlo bajo la tierra.
Por último, estaban Marcus y Abby, quienes miraban con detenimiento a Byron, pues aquí, eran los únicos que estaban en contra de la gran asamblea de juicio en la que tenían a Byron.

La última parte de la mesa, pues las últimas sillas estaban vacías y quería saber por qué.

—Dime, bella Alice, ¿Es verdad que te has casado con Byron?

La Luna del Alfa Luna Creciente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora