Capítulo Dos: La Abuela Vianey

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Alice

Cuando los tres llegamos a la casa de la familia Johnson, sentí ganas de entrar. Sorprendentemente, una calma me recorrió el cuerpo y la curiosidad por ver a quien vivía ahí me hizo dar un paso adelante. Creí entonces que el cuerpo sí tiene memoria. 

—Es bonita, ¿No es así? —. Jake se detuvo a mi lado y ambos admiramos la imponente casa frente a nosotros. Era una mansión pulcra y muy elegante, de esas que sólo había visto en películas—. La casa Johnson ha albergado diez generaciones de cazadores, la de la abuela fue una de las más prósperas. Por eso es enorme.

—¿Tuvo tantos hijos?

—Sólo dos, pero fue un hogar para otros cazadores sin familia. La bruja Mack es una discípula adoptada por la abuela. Ella vivía aquí.

—Así que, ¿Mack es de la familia?

—Es una tía para mí. Así que sí, es familia.

Asentí. Tal vez Mack sí se sentía como familia desde que la conocí.
Me pregunto si ella me recordaba aunque yo a ella no, si ella también me veía de la misma manera en la que mi hermano la veía a ella.

—¿Lista?

—Sí, vamos —. Me encogí de hombros.

Los tres entramos a la casa y de inmediato se hicieron presentes las risas. Parecía que todos estaban maravillados con algo.
Dejé mi chaqueta en el perchero de la entrada y caminé hacia la fuente de la diversión. No me sorprendí al ver a Bastian sentado mientras la mujer que lo regañaba le jalaba el cabello al peinarlo. Él hacía muecas, pero me daba risa verlo tratando de ocultarlas.

—Los muchachos de ahora no saben cómo peinarse, ¿Cómo puedes andar así por la ciudad, cariño? Jamás vas a conseguir una pareja si te ves igual a un vago.

—Abuela, Vianey —murmuró cuando lo jaló del cabello—, por favor, con más cuidado. Mi cabello no es infinito.

—Tonterías, eres un lycan. Tu cabello debería ser tan suave como la seda, no un nido de pichones —. La mujer jaló más del cabello de mi pobre cuñado causándole muecas de dolor—. A mi Jake le gustaba que lo peinara así siempre que iba a entrenar. Lo hacía ver más guapo y le gustaba que el cabello no le estorbara en las cacerías.

—Mamá.

La abuela dejó en paz a Bastian cuando Abby la llamó y de inmediato soltó el cepillo al vernos.

—Carlos... —murmuró—, Elizabeth.

Corrió a abrazarnos a Jake y a mí así que tuve que abrazarla al instante puesto que sentí que la pequeña mujer se me iba a caer de los brazos.
Ella no era más alta que yo, de hecho, apenas me llegaba a los hombros y eso que usaba tacones. Su cabello estaba sujeto en un moño elegante sostenido por una peineta de rosas rojas y un churro de oro. Además, olía igual que una flor de magnolia. Eso hizo que mi corazón se estrujara en mi pecho, pues aunque no recordaba nada de ella, su olor sí me fue familiar.

—Cariño, te he extrañado tanto —. Exclamó cuando tomó a mi hermano del rostro y lo evaluó antes de besarle ambas mejillas.

—Hola, mamá—. Murmuró Jake tratando de no moverse mucho—. Yo también te extrañé. No sabes cuánto.

—Mi precioso, hijo, ¿Acaso tuviste problemas? Tu rostro no se ve tan saludable.

—No es nada, mamá. En serio estoy bien —. Jake le besó las manos y después las pegó a su frente en señal de respeto. El hacía eso conmigo también, es su manera de saludar a la familia—. Por favor, perdóname por no venir a verte antes. No fue mi intención dejarte sola.

La Luna del Alfa Luna Creciente ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora