Chloe | Ultimo Recuerdo

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El sol se ponía sobre la pequeña ciudad costera cuando Max, la chica tímida con una pasión por la fotografía, caminaba por la playa, su cámara en mano. Chloe, la chica punk con una melena azul eléctrico, la seguía de cerca, sus pasos resonando en la arena. Aunque eran polos opuestos en apariencia, habían encontrado una conexión única, una amistad que iba más allá de las etiquetas y las diferencias visibles.

Esa tarde, el cielo se teñía de tonos cálidos, reflejándose en el mar mientras las olas acariciaban la orilla. Max estaba decidida a capturar la belleza efímera de aquel momento. Se detuvo para encuadrar una foto, pero algo en el ambiente cambiaba. Un viento suave sopló, llevándose consigo la ligera risa de Chloe.

"Hey, Max, ¿has capturado ya la esencia de la puesta de sol en una foto?", preguntó Chloe con una sonrisa, acercándose.

Max sonrió tímidamente y asintió. "Aún no, pero creo que este atardecer lo merece".

Chloe observó mientras Max se perdía en la composición de su fotografía. Se acercó por detrás, rodeando con sus brazos a la chica tímida.

"¿Qué tal si dejamos que el atardecer se convierta en un recuerdo que solo compartiremos tú y yo?", sugirió Chloe.

Max se estremeció ante la cercanía de Chloe, pero se dejó llevar por la idea. Juntas, observaron el sol sumergirse lentamente en el horizonte, pintando el cielo con tonos rojos y naranjas. Chloe apoyó la cabeza en el hombro de Max, y la tímida chica sintió un cálido escalofrío recorrer su espalda.

La conexión entre ellas era palpable, pero también lo era una sombra que comenzaba a extenderse. Max, sin darse cuenta, había estado sintiéndose fatigada últimamente, pero atribuyó su agotamiento a la rutina diaria. Sin embargo, aquel día en la playa, algo en su interior le susurraba que algo no estaba bien.

Días después, Max decidió visitar al médico para descubrir la razón detrás de su creciente cansancio. Las noticias no fueron alentadoras. Le diagnosticaron una enfermedad grave que amenazaba con robarle la vida antes de que pudiera darse cuenta. Max, la chica tímida que amaba con intensidad a través de su lente de cámara, se encontraba ahora enfrentando un reloj que avanzaba sin piedad.

Chloe, al enterarse de la noticia, no dudó en estar a su lado en cada momento. La chica punk, conocida por su actitud audaz, se encontró desarmada frente a la cruda realidad de la fragilidad de la vida. Juntas, decidieron aprovechar cada instante que les quedaba.

A medida que Max lidiaba con las difíciles sesiones de tratamiento y los altibajos emocionales, Chloe se convirtió en su ancla. La chica punk, que solía desafiar las reglas, ahora encontraba una nueva forma de rebeldía al desafiar la desesperación y el dolor, manteniendo viva la chispa de la esperanza en los ojos de Max.

En una tarde tranquila, mientras el sol se ponía y la brisa marina acariciaba sus rostros, Max y Chloe decidieron dar un paseo por la playa. El sonido de las olas y el suave murmullo del viento crearon un fondo sereno para su caminar lento.

"Chloe", dijo Max con voz suave, mirando al horizonte. "Gracias por estar aquí conmigo. No sé qué haría sin ti".

Chloe apretó la mano de Max con fuerza. "No tienes que agradecer, Max. Estamos juntas en esto, pase lo que pase".

A medida que avanzaban por la playa, Max se detuvo y señaló hacia el cielo, donde los colores cálidos del atardecer comenzaban a fundirse en tonos más oscuros. Sacó su cámara y se preparó para capturar aquel momento, pero esta vez no se trataba solo de la fotografía.

"Chloe, siempre recordaré este atardecer contigo", dijo Max, mirando a su amiga con ojos llenos de gratitud.

Chloe asintió, pero su mirada reflejaba la tristeza que intentaba ocultar. Ambas sabían que el tiempo se agotaba, y la realidad de la despedida se volvía cada vez más palpable.

En las semanas que siguieron, Max experimentó momentos de lucidez entrelazados con la fatiga y el dolor. Chloe estaba siempre a su lado, sosteniéndola en los momentos difíciles y compartiendo risas y recuerdos en los momentos de alivio. Juntas, exploraron la belleza de los pequeños detalles de la vida, transformando cada día en un regalo precioso.

Una tarde, mientras el sol se despedía en un cielo de tonos dorados, Max se encontraba recostada en la playa, la arena tibia bajo su espalda. Chloe se sentó a su lado, sosteniendo su mano con ternura.

"Max, siempre estaré agradecida por el tiempo que compartimos", dijo Chloe con voz temblorosa.

Max sonrió débilmente. "Yo también, Chloe. Gracias por hacer que cada día valiera la pena".

Chloe miró al cielo, evitando las lágrimas que amenazaban con caer. Ambas sabían que el momento inevitable se acercaba, pero se aferraban al presente, a la conexión que habían construido y al amor que compartían.

La última puesta de sol llegó, y Max, rodeada del amor de Chloe, cerró los ojos en paz. La brisa marina acarició su rostro mientras el sol se sumergía en el horizonte, llevándose consigo la luz de Max.

Chloe, rota por la pérdida, se quedó allí, sosteniendo la mano fría de su amiga. Aunque la vida de Max se apagó, su legado perduraba en las fotografías que capturó y en el amor que dejó atrás.

Chloe regresó a la playa muchas veces después de ese día, recordando la chica tímida que la había enseñado a encontrar la belleza en los momentos más simples. La melancolía la envolvía, pero también la gratitud

Life is Strange | One-Shots #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora