Los primeros días se sintieron como si estuviera nadando a la deriva, sin rumbo alguno y sin ninguna pista clara que seguir. En numerosas ocasiones, consideré volver a Gotham y admitir que Bruce Wayne estaba muerto.
Pero no lo hice.
Mi última jugada fue acercarme al comprador misterioso de las pinturas, y allí encontré la segunda pista. Descubrí que en las pinturas transportaban droga, lo que me llevó a suponer que la mafia francesa estaba involucrada. Me llevó algunas semanas encontrar a los traficantes, y eso me condujo a la tercera pista: una cicatriz.
La tripulación del barco estaba mayormente limpia, excepto por los nueve guardias particulares que los acompañaron en el viaje. No se mezclaban con los demás y no hablaban con nadie más que entre ellos mismos. La tripulación no pudo precisar el acento o idioma que utilizaban, pero mencionaron a un tipo grande con una cicatriz en el cuello con formas de garras.
Encontré un laberinto de bandas y traficantes, desde mafias grandes hasta pequeñas. Todo parecía un callejón sin salida.
En medio de mi investigación con una de las bandas grandes, fui secuestrado. Pasaron tres largos y tediosos días donde me sometieron a interrogatorios, respondiendo con mentiras mientras intentaba localizar al individuo con la cicatriz.
Estaba en la sala de tortura, amordazado e intentando liberarme de las ataduras, consciente de que estaba perdiendo tiempo. Era inútil seguir aguantando si podía liberarme en cualquier momento.
De repente, escuché una ráfaga de disparos y gritos. Voces desconocidas comenzaron a preocuparme. Me liberé de las cuerdas con cuidado y salí, tratando de evitar encontrarme con lo que sea que estuviera disparando. Si una banda enemiga me encontraba, probablemente me matarían pensando que era parte del grupo criminal.
En medio del caos y mi intento de fuga me topé con la silueta inolvidable de Red Hood. Lo tenía enfrente, con la máscara puesta y la pistola apuntándome.
—Así que aquí estás, little bird, te metiste en graves problemas, ¿no crees?, no te ves muy bien. —su voz mecanizada solo logró impacientarme más.
¿Era Jason o tenía el control Red Hood?
—Sé que iniciamos con el pie izquierdo pero, déjame ayudarte y sacarte de aquí.
¿Qué?
—Vamos little bird, sígueme.
Comenzó a caminar sin esperar respuesta y yo lo seguí por un impulso de idiotez o de cansancio, llevaba semanas sin dormir ni comer adecuadamente.
—Estuve a punto de darte por perdido, pajarito...
No escuche más y me desmaye.
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Me levanté desorientado en una cama cómoda, con el sol golpeando mi rostro. Intenté ponerme de pie, pero el dolor y la falta alimento me hicieron temblar y caer de nuevo en la cama.
Me recordó a los meses después del accidente de mis padres.
Perdí el apetito, perdí mis fuerzas y perdí lo único que me mantenía aún consciente de mi verdadera identidad.
Solo era un niño con 16 años y demasiadas heridas que sanar.
Estaba tan cansado de seguir luchando que simplemente seguí durmiendo como en aquel momento.
No sé cuanto tiempo dormí o en qué momento me pusieron la intravenosa con lo que supuse era suero o aminoácidos, solo recuerdo su presencia, la imponente silueta de Jason en una esquina de la habitación, sentado siempre en la misma posición.
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La perspectiva de Robin
FanfictionTim realmente se pregunta todos los días sobre cómo sería su vida si Jason Todd no hubiera muerto a manos del Joker, él no sería Robin y no se hubiera involucrado con Batman más allá de verlo en televisión y tomarle fotos a escondidas. Pero aquí es...