Kyptonita y Jade

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Días después de lo ocurrido en la fiesta, Jason se contactó con Selina y pidió mi ayuda.

Necesitaba a alguien pequeño para entrar a un edificio, no tuve otra opción que aceptar.

Esa noche nos reunimos en el techo de un restaurante, Jason llevaba su traje, pero no portaba el casco.

Parecía más relajado.

—Nunca te he visto sin la máscara, gatito. —lo soltó, apenas llegó a mi lado, y fue tan repentino que me tense.

¿Ya lo había descubierto y me estaba probando? ¿Me iba a matar? ¿Por qué parecía tan relajado?

—¿Qué?

—No te he visto sin máscara, incluso en la fiesta llevabas una...

Deje de oírlo, mi cabeza corría con todas las posibles formas de escapar, si saltaba podía romperme una pierna, si era lo suficientemente rápido podía esquivar los disparos y podría distraerlo con una bomba de humo.

—... ¿Qué escondes debajo de esa máscara, gatito?

El mundo dejó de dar vueltas, y volví a respirar.

Él no sabía quién era, aún no lo sabía.

—Todos tenemos algo que esconder, me siento más cómodo llevándola, la persona que soy debajo de ella no es quien soy. —respondí pausado, logré esconder mis nervios y el pequeño ataque de pánico con éxito.

Vida 0 

Tim 1

Y mis palabras eran ciertas, en parte. Detrás de la máscara se encontraba el joven heredero del imperio Drake, el hijo trofeo, un niño que vivió toda su niñez junto con empleados domésticos y niñeras. Solo era Timothy Jackson Drake, adicto al café, sin vida social y centrado en sus estudios y trabajo.

—La vida puede ser una perra, tienes razón. —sonrió mientras posaba su brazo en mis hombros— te daré un pequeño consejo, gatito. Nunca permitas que la máscara te defina, sea quien seas debes asumirlo, las máscaras no son suficientes, tu pasado siempre estará ahí, el rostro que veas frente al espejo es tuyo y quien eres nunca va a cambiar, pero puedes cambiar lo que serás, supongo, cada día es diferente al anterior, solo debes buscar disfrutarlo y joder con el destino, la vida es una perra, pero hay que aprender a joderla de vuelta.

Y oh, la risa que soltó fue maravillosa.

Una risa que se me contagió y también me reí, no sé lo que había tomado Jason, pero lo agradecí.

El momento duró poco, la felicidad no puede ser eterna.

—Ahora, hay que ir a matar a unos cuantos bastardos, abre la puerta por mí, gatito, yo hago el trabajo sucio.

Su tono cambió drásticamente y por un segundo encontré la kryptonita en sus ojos.

No le respondí, hice lo que debía hacer, me metí dentro del ducto de ventilación, el restaurante era enorme y tenía muchos pisos. Puse las cámaras en bucle, así no quedaría evidencia.

Abrí una de las ventanas para Jason, todo estaba en silencio.

—¿Qué hacemos aquí?

Jason no respondió, se limitó a caminar hasta el primer piso, había luces encendidas.

—Los hijos de puta se creen muy listos reuniéndose a mis espaldas.

Se encogió de hombros, como restándole importancia a sus propios pensamientos y luego continuó.

—Será mejor que te subas a una mesa o algo, la sangre puede ensuciar tus lindos zapatos.

Me guiño sonriente, estaba relajado.

La perspectiva de RobinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora