Misiles

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En Estambul no encontramos nada, pero seguimos el rastro del tráfico de drogas en Turquía y llegamos a un centro de detención a las afueras de Silivri. Con un poco de ingenio, logré infiltrarme utilizando información falsa; hackeé la base de datos y creé perfiles ficticios.

Nos hicimos pasar por pasantes y revisamos las cámaras de seguridad. En una de ellas, lo vimos: Bruce Wayne, con barba sin rasurar y vistiendo ropa de cárcel. Estaba totalmente vivo y reconocible para nosotros. Había estado en esa prisión durante dos semanas, compartiendo celda con un integrante de las mafias turcas. Hablamos con él de inmediato y reconocimos la conexión al instante.

Salvaje había creado una nueva sustancia somnífera, que estaban transportando entre mafias. Esta droga hacía que los consumidores perdieran movilidad muscular, y su adicción era alarmantemente alta. Gracias a este descubrimiento, logramos trazar una conexión con La Liga de las Sombras. Los asesinos estaban utilizando la droga para eliminar funcionarios públicos en varios países de Asia y África. Al tratarse de muertes por sobredosis, nadie sospechaba de la intervención de los asesinos, y las autoridades no estaban investigando las repentinas muertes.

—Damián no lo recuerda, pero... —exclamo Jason mientras intentaba golpearme— fui su guardaespaldas.

Esquivando uno de sus golpes, sonreí.

Me estiré rápidamente para agarrar mi bastón bo, que había salido volando por una patada de Jason.

—Qué curioso... —dije, lanzando un golpe a su muslo derecho.

—Parecía un perro guardián... —me contestó, y su codo golpeó mi costado mientras intentaba voltear la situación a su favor.

—No eras un perro guardián —repliqué, tratando de mantener la compostura a pesar del impacto—. Estabas ahí para protegerlo.

Jason me miró, su expresión seguía siendo juguetona, dando golpes pero sin intención de lastimarme.

—Lo sé, y lo hice bien. Pero no puedes pretender que eso no me moleste un poco.

—Quizás —respondí, mi tono más reflexivo—, pero eso no cambia el hecho de que fuiste obligado, aunque seguramente deberás decirle que le cambiaste los pañales.

Me burlé, lanzando una patada en un intento de hacerlo perder el equilibrio.

—¿Quién dice que no lo hice? —se rio, intentando mantenerse en pie mientras bloqueaba mi ataque.

Ambos reímos; la idea de que Jason le cambiara los pañales a un Damian más pequeño era hilarante.

—Damian intentó hacernos desaparecer a todos, apenas llegó —dije, mientras mi pie se resbalaba por el material del suelo. Si no hubiera sido por Jason y sus rápidos reflejos, me habría caído de nuestro improvisado ring de pelea.

—No es de extrañar... —respondió, su agarre aún firme en mi cintura. Ambos estábamos quietos, respirando pesadamente después del entrenamiento.

—¿Te imaginas la escena? —continué, riendo mientras recuperaba el equilibrio—. Él con su mirada de "no me toques" y tú, el gran guardaespaldas, tratando de calmarlo.

—No, eso no habría terminado bien para mí. —Jason soltó una risita—. Desde muy pequeño ya era todo un experto en artes marciales y técnicas para neutralizar a las personas.

Damian me odiaba, y lo sabía. Desde que llegó a la mansión y fue presentado como el hijo legítimo de Bruce, se empeñó en proclamar el puesto de Robin como suyo. Sin embargo, aunque yo estuviera en mi misión como Catlad, lejos de mi deber como Robin, Bruce nunca cambió mi posición. No fue hasta la explosión y que Dick tomó el manto de Batman, que Damian se convirtió oficialmente en el nuevo Robin.

La perspectiva de RobinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora