23. Una flecha

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Edeline Radetti.

Paso los dedos entre mi cabello, intentado deshacer cualquier nudo en él, es horrible verlo ser rubio, ser algo que no es. Estoy harta de ello, no ha pasado más de dos semanas, pero ya no puedo.

Camino al tocador del fondo de la que solía ser habitación de los difuntos duques, y al llegar el espejo me devuelve el reflejo de una persona que dice ser yo, pero no lo es.

Todos se han ido a sus casas, las personas se preparan para continuar con nuestro recorrido, nadie se quedará y Foligno parecerá una ciudad fantasma. Soldados descansan después de lo que hemos enfrentado, y algunos han sido asignados como guardias en las calles, vigilando que nadie intente escapar y traicionarnos.

Me acerco más al espejo y pego mi mano a éste, trato de tocar a la chica tras él, sentir que es real, pero no siento nada.

Veo mis ojos siendo tan comunes, parezco una más del montón, y es ridículo que algo así pueda molestarme, hay tantas cosas en las que debería estar pensando, cosas importantes, quisiera ignorar esto pero a la vez no, pues es lo que me mantiene siendo yo.

Noto cómo mis ojos se llenan de lágrimas tan rápido que soy incapaz de detenerlas y comienzan a salir. Pronto mis mejillas están empampadas, lloro, no sé por qué lo hago pero al hacerlo me siento tan vacía. Llevo mi mano temblorosa a ellos y con delicadeza saco una de las lentillas y la dejo caer sin darle importancia a donde lo ha hecho, hago lo mismo con mi ojo restante.

Parpadeo repetidas veces, ahí están, vuelve a estar el azul de mis ojos. Ese azul que me recuerda a Carson. Ese azul que le recuerda a Carson el cielo.

Ya no volveré a ponerme las lentillas, no me interesa nada más.

Alguien toca a la puerta y segundos después la abre.

―¿Petitte? ¿Puedo pasar?

―Carson... ―me apresuro a secar mi rostro―. Ahora no es un buen momento, estoy cansada y quiero dormir.

―¿Estás bien?

―Sí, yo... No. No lo estoy.

No espera más, cierra la puerta y entra a la habitación, caminando directamente a mí.

Bajo la mirada.

―¿Qué pasa?

―Todo y nada a la vez.

―Line...

―No, por favor, no me llames así ―lo detengo―. Mi nombre no es ese.

Estira su mano para tomar la mía y la acerca a sus labios.

―Edeline Ellise. ¿Mejor? ―lo escucho preguntar.

―Mucho mejor.

―Así que... ¿qué sucede? Si es por los niños...

―¿Niños? ¿Qué niños? ―me alejo de él, zafándome de su mano.

―Los que tú... Los hijos de los duques.

―Oh, ellos ―camino a la ventana que da a la calle. Me rodeo con mis brazos tratando de darme consuelo. Fallo.

―Si no es por eso ¿qué pasa? Me duele verte así.

Suspiro y volteo a verlo, dejándolo observar mis ojos.

Sonríe.

―Nada, sólo abrázame ¿puedes?

―A ti no te negaría nada, petitte. Nunca.

Cierra el espacio entre nosotros y me llena de su calor, recargo mi cabeza sobre su hombro, deteniéndome a escuchar lo único que me regala tranquilidad. Su corazón.

Sin alas © || [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora