29. Sin luz

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Capítulo 29: Sin Luz

Edeline Radetti.

La sonrisa en mis labios muere.

El mundo parece haberse detenido, todo es estático, nadie, nadie quiere moverse, yo incluida.

No puedo soportar por más segundos sentir el frío del metal sobre metal sobre mí recordándome lo que he hecho, sin pensarlo más, levanto mis manos y olvidándome del respeto que debería tenerle, arranco la tiara de mí y la arrojo. Choca contra el suelo, cayendo a los pies de Rebecca, ella se agacha por ella y la toma entre sus manos.

Sus ojos se pierden en el brillo que destella; la vida es curiosa.

Lo que yo odio, ella lo desea. Lo que yo arrojo, ella lo levanta.

Me levanto del trono e ignorando a cualquiera que se pueda interponer en mi camino, subo las escaleras, y llegando al final una mano me detiene. Giro la cabeza y es la mirada oscura de Garnett lo que encuentro.

―Has hecho bien.

Observo su mano sobre mi piel y sin decirle una palabra más, él entiende y me suelta. Termino de subir y corro desesperada a la salida, necesito respirar, necesito huir.

Empujo la puerta ya sin interesarme en dejarla en su lugar cuando escucho la voz de Carson a mis espaldas.

―¿Edeline? ―no suena seguro de que sea yo―. ¡Edeline! ―vuelve a gritar.

De inmediato el frío se cuela en mis pies, eriza mi piel y trata de acabar conmigo.

Estoy volviéndome loca, he perdido la razón de todo.

Lo que era antes ya no soy ahora, lo que debí ser, lo que esperaban los demás de mí, ya no seré. Y lo que soy en este momento, una traidora, un ser sin bandera, no quiero ser más.

Los pasos de Carson se apresuran a mí, sé que esto no es bueno, seguro ha visto todo.

―¡Edeline!

Bajo los escalones, suelto aire, pierdo todo mi calor.

―¡Edeline! ―grita saliendo de la propiedad a nada de distancia de mí.

Soldados salen de todos lados, las calles se van llenando, gritos inundan el silencio que había, ya no son sólo de Carson, también lo son de ellos.

Sabía que vendrían por mí y estoy cansada. Cansada de esconderme. Cansada de fingir. Cansada de todo.

Doy algunos pasos acercándome a ellos, vuelvo a estar como en el principio, sin un lugar al cual escapar.

Carson me alcanza y tira de mí.

―¿Qué haces? ―me pregunta―. ¿Quieres morir acaso?

―Ya no lo sé ―respondo.

Su rostro se crispa, sus venas explotarán en cualquier momento, sólo necesita un leve empujón. Y quiero dárselo.

―Ya no te conozco. Actúas a mis espaldas. Mientes. Matas. ¿Quién eres tú?

No respondo, no tengo qué decirle.

Él no espera más y me rodea con sus brazos, me eleva del piso y en contra de mi voluntad, me mete a la casa.

―¡Sueltame, Carson! ―protesto, entramos y de inmediato cierra la puerta. Cuando lo hace, noto que los soldados están formando una media luna alrededor de nosotros.

Termina de cerrar la puerta y se vuelve a mí.

―¿Quién eres? ―pide otra vez apretandome el brazo.

Sin alas © || [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora