La presión de la sociedad es un peso invisible, pero inmensamente pesado, que a menudo se posa sobre mis hombros. Me dice que debo ser feliz, que debo sonreír y actuar como si todo estuviera bien, pero rara vez considera la carga emocional que llevo en silencio.
La gente que me rodea no siempre comprende lo que
he atravesado, las luchas que he enfrentado en la
oscuridad de la noche, cuando nadie más puede ver
mis lágrimas.
Las noches en las que me encuentro sola en el baño, ahogando mis sollozos en la soledad, son las más dolorosas. El mundo exterior, ajeno a mis tormentos, sigue girando sin cesar, y me siento atrapada en un torbellino de emociones que no puedes compartir con nadie.
No quiero que me tengan lástima, no quiero ser un motivo de preocupación para nadie más. Entonces, elijo el silencio, me oculto tras una máscara de aparente alegría, mientras una tormenta de tristeza se agita en mi interior.
La presión de la sociedad se manifiesta de muchas maneras. Te dicen lo que debes hacer, cómo debes actuar, qué camino debes seguir. "Haz esto, sé asì, sigue esta ruta", me repiten, sin comprender mi historia. Cuando el "¿Estás bien?" se convierte en un eco lejano y nadie parece notar mis luchas internas, me enfrento a la realidad de que, en última instancia, debes ser mi propio motivo para salir adelante.