La soledad que experimento es como un pesado manto que me envuelve, un silencio abrumador que se cierne sobre mí. Es una sensación de aislamiento que se ha convertido en mi compañera más constante, incluso cuando estoy rodeado de gente.
Mi propia mente se ha convertido en un laberinto oscuro donde la depresión siempre está presente, como una sombra que nunca se desvanece, a pesar de las pastillas que tomo en un intento desesperado por encontrar algo de alivio.
Cada día es una lucha, una batalla interna que parece no tener fin. Las pastillas que me recetaron son como pequeñas promesas de tranquilidad, pero a menudo, su efecto es efímero, como un suspiro en medio de un vendaval.
Mi mente es un torbellino de pensamientos negativos, una tormenta implacable que me arrastra hacia abajo. La paz que tanto anhelo parece estar más allá de mi alcance. La búsqueda de alguien que me ayude se convierte en una odisea solitaria en sí misma. Me siento atrapado en un laberinto emocional, incapaz de encontrar la salida.
Las palabras de consuelo a veces se sienten vacías, como si estuvieran flotando en un vacío sin sentido. La incomunicación se convierte en mi compañera, y las palabras que deseo decir a menudo se atascan , en mi garganta.
¿Cómo encuentro la paz en medio de este torbellino? Esa es la pregunta que parece no tener respuesta. Anhelo la calma, un respiro de esta tormenta que me consume. Pero, en este oscuro túnel en el que me encuentro, la luz al final parece desvanecerse cada vez más.