Vivir con ataques de pánico y la constante sombra de la ansiedad puede ser una experiencia abrumadora. A menudo, nos aferro a la esperanza de que, con el tiempo, estos episodios desaparezcan, dejando espacio para la tranquilidad y la felicidad.
Sin embargo, hay momentos en la vida en los que parece que la ansiedad se ha convertido en un compañero constante, que no tiene intención de marcharse.
Los ataques de pánico, con su oleada de miedo y sensaciones físicas intensas, pueden ser tan aterradores como agotadores. Cada episodio parece un recordatorio doloroso de mi propia vulnerabilidad y debilidad.
Me preguntó si alguna vez sere capas de controlar estas respuestas automáticas de nuestro cuerpo y mente. Pero la verdad es que la ansiedad es una parte natural de la experiencia humana.
Experimentar la ansiedad en cierta medida, y para mí que se manifiesta de manera más intensa y persistente.
Lo mismo ocurre con la depresión. A menudo, espero que esta oscuridad emocional que me rodea eventualmente se disipe, dejando espacio para la luz y la alegría.
Pero la depresión, al igual que la ansiedad, puede convertirse en un compañero constante. Nos susurra pensamientos negativos y nos arrastra hacia un estado de apatía y desesperanza.
La realidad es que, para mi, la ansiedad y la depresión son condiciones crónicas. Esto no significa que este condenado/a a sufrir eternamente, sino que debo aprender a vivir con estas condiciones y gestionarlas de la mejor manera posible.