Epílogo

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Observaba con una sonrisa en sus labios el anillo de oro que yacía en su dedo anular de su mano izquierda. Había pasado un año ya desde que contrajo nupcias con Sebastián, finalmente se terminó convirtiendo en su pareja oficial y esposo. No es algo de lo que podría arrepentirse, al lado de Moran es infinitamente feliz, desde que comparten una vida juntos aprecia cada momento de su vida que tiene con su esposo. 

Moran lo amaba mucho, se lo demostraba día con día. Lo consentía en todo aspecto, cuidaba y protegía exageradamente, no le molestaba el exceso de afecto, al contrario está encantado de ser tratado de esa manera tan cálida y dulce.

Nunca iba cansarse ni mucho menos retractarse de todo el amor que le da a su esposo, lo ama y seguiría haciéndolo hasta el fin de sus días.

Giró la cabeza observando el lugar vacío de la cama matrimonial que compartían. Sebastián había despertado temprano, dejándolo descansar todavía aún más, anoche no precisamente durmieron. No podía negarse a hacer el amor, las relaciones maritales con su esposo es algo que disfrutaba mucho, solo el sabía cómo tratarlo bien y querido.

Y aúnque parecía que todo marchaba a la perfección, últimamente le preocupaba algo. No estaba sintiéndose muy bien con respecto a su salud, intuyo un poco de lo que podía tratarse. El que no parecía entenderlo era Sebastián, su lindo y preocupado esposo hacía demasiado drama cuando lo notaba mal, no lo culpa.

Se enderezó, alcanzando su bata mientras sintió el maldito dolor en su espalda baja, ese pequeño "detalle" es lo único que odia, no podía acostumbrarse nunca. Se puso de pie, sintiendo como la escencia de su esposo resbalaba sobre sus piernas, era un desastre él y la cama.

Suspiró, de que le servía quejarse si después de todo no podía decirle no a Sebastián cada que lo incitaba de manera precoz. 

Buscaba ropa limpia para bañarse y un par de sábanas limpias, cuando unas fuertes ganas de vomitar lo hicieron llevar sus pasos al cuarto de baño, dejo toda la cena de anoche sobre el retrete. Esto ya no le agradaba. 

Moran quien traía su desayuno, lo vió, observando su estado deplorable. Dejó a un lado de un mueble la bandeja y se acercó a su esposo con un rostro preocupado, no le gusta verlo así, le recuerda aquellos días donde Louis estaba enfermo. Acaricio su espalda suave, buscando reconfortarlo, lo ayudo a limpiar la boca para que finalmente se enjuague y el mal sabor amargo se fuera.

—llamaré un doctor. — mencionó, mientras le repartía dulces caricias en su cabello.

—No... No creó que sea necesario. — susurró.

Moran negó con desaprobación, hasta en eso se parecía a William, bastante terco. Lo abrazo, dando pequeñas palmaditas en su espalda.

—cariño si no dejas que un doctor te revise, puedes empeorar. — Louis escuchó su voz con angustia. 

—no se trata de eso. — musitó bajo. Le causaba vergüenza decir aquello que pensaba pero no estaba seguro. Y su esposo pareció entender, lo separó con cuidado de su cuerpo mirándolo ahora fijamente.

—¿Entonces? — preguntó.

Louis desvió la mirada al suelo, mordiendo ansioso su labio inferior, y en un tono casi imperseptible con sus mejillas rosas dijo;

—hablo de un hijo...

Moran tardo un segundo en procesar lo escuchado por su esposo.

—un hijo... — rápido se abalanzó hasta Louis, tomándolo fuertemente entre sus brazos. — ¡vamos a tener un hijo! — mencionó alegre, mientras su rostro irradiada felicidad. Se hincó llevando sus manos al vientre plano de su esposo, dónde repartió caricias y besos. — un pequeñito de los dos.

NARCISOS [TERMINADA ✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora