quarante-six (dernier chapitre).

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— ¿Qué diablos haces aquí? ¡Por Dios, Hwang! Me asustaste.

Está agachado, agarrado a las escaleras, y parece más asustado de lo que lo había visto hasta ahora.

— ¿Por qué has bajado, entonces? — me responde.

— Estaba tratando de ayudar. Oí un grito. Pensé que alguien estaba lastimado.

Su piel pálida se vuelve roja como un tomate.

— No. No estoy herido.

— ¿Qué haces aquí? — vuelvo a preguntarle, pero no dice nada. — Por lo menos deja que te ayude.

Se levanta y las piernas le tiemblan como si fuera un venadito recién nacido.

— Estoy bien.

— No, no estás bien. Es evidente que no lo estás. Dame tu mano.

Hwang opone resistencia, pero se la tomo y empiezo a guiarlo escaleras abajo.

— Espera. — mira hacia arriba y traga saliva. — Quiero subir al mirador.

Le lanzo una mirada que espero que interprete como de incredulidad

— Sí, claro.

— No. — dice, con una determinación que nunca había visto en él. — Quiero subir.

— Está bien, ve. — le suelto la mano.

Se queda quieto. Vuelvo a tomarle la mano.

— Oh, vamos.

La subida es lenta y dolorosa. Me alegro de que no haya nadie detrás de nosotros. No decimos nada, pero me agarra con tanta fuerza que siento que esta a punto de romperme los dedos.

— Casi hemos llegado. Estás haciéndolo muy, muy bien.

— Vete a la mierda.

Debería empujarlo y dejar que cayera.

Finalmente llegamos a la cima. Le suelto la mano y él se sienta en el suelo. Le doy unos minutos.

— ¿Estás bien?

— Sí. — dice, abatido.

No estoy seguro de lo que debo hacer. Estoy atrapado en un pequeño tejado de Notre Dame en pleno centro de París con mi amigo, que tiene miedo a las alturas y, aparentemente, también está enfadado conmigo. Me siento, fijo la mirada en los barcos del río y le pregunto por tercera vez:

— ¿Qué haces aquí?

Hwang inspira profundamente.

— Vine por ti.

— ¿Y cómo diablos sabías que estaba aquí arriba?

— Te vi. — hace una pausa. — Vine a pedir otro deseo y cuando estaba en el Point Zero te vi entrar en la torre. Grité tu nombre y te diste la vuelta, pero no me viste.

— ¿Así que has subido... sólo por mí?

Dudo a pesar de las pruebas evidentes que tengo delante. Debió de haber hecho un esfuerzo sobrehumano para subir los primeros escalones solo.

— Tenía que hacerlo. No podía esperar a que bajaras. No podía esperar más. Tenía que verte ahora. Tengo que saber....

Se calla y mi pulso se acelera. ¿Qué, qué, qué?

— ¿Por qué me mentiste?

La pregunta me toma desprevenida. No es lo que esperaba. No es lo que quería. Todavía está sentado en el suelo, pero tiene la mirada fija en mí. Sus enormes ojos castaños transmiten que tiene el corazon roto. Estoy confundido.

☁︎ the french kiss ; hyunin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora