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(⚠︎: Capítulo largo. Hay violencia de todo tipo, leer con discreción).

Derrumbe.

Unos minutos antes...

Irrumpiste en el edificio, y tan pronto lo hiciste, uno los hombres de tu padre te apuntó con el arma. Supiste que no tenía idea de quién eras cuando habló.

—Ey, quieto, no tienes derecho de entrar aquí —sí, Sungwoo no tenía idea de que estabas ahí. No había seguridad exagerada como la vez pasada, había música dentro, ese edificio era más de lo que pensabas.

—¿Por qué no? —preguntaste con un tono indiferente mientras mirabas cómo apretaba su arma en la funda que llevaba en el pantalón.

—Escucha, idiota, si no te largas voy a pegarte un tiro. Vete de una vez antes de que lo haga —su desesperación comenzó a notarse.

—Solo vine a pedir ayuda...

—Pendejadas, piérdete, mocoso —él estaba por agarrarte, cuando en un abrir y cerrar de ojos te tiraste encima de él y le enterraste la navaja que antes llevabas escondida en los bolsillos de tu pantalón de hospital en su asquerosa papada.

Tu coraje salió a la luz, pero sobre todo tu satisfacción, era pura psicopatía repentina el escuchar a la sangre acumularse en su garganta en lo que temblabas, viéndolo ahogarse en silencio, poco a poco, retorciéndose en el suelo como la garrapata que era.

Tan pronto reaccionaste robaste el arma de su funda y buscaste munición extra en sus pantalones, hasta entonces lo arrastraste a un lugar fuera. Obviamente cuidabas que nadie te viera, aunque sabías que posiblemente las cámaras ya estaban pendientes de ti.

Pura mierda...

Pensaste en lo que caminabas dentro de nuevo y corrías por todo el lugar. Buscabas la habitación de Sungwoo, cualquiera que fuera su ubicación lo encontrarías.

Bingo.

—¡Carajo! —tu padre se exaltó cuando escuchó la puerta abrirse de un tirón, esta se azotó contra la pared y una de las "garrapatas" del susodicho cayó al suelo, enseguida cubriendo esa misma superficie con sus líquidos corporales. La chica que antes estaba encima del regazo del criminal de Sung-woo salió corriendo con las bragas debajo de sus rodillas después de pegar un grito aterrado, pero alcanzaste a pegarle un tiro, haciendo que su compañero sexual diera un brinco en su sofá. —¡Hijo de perra!, estaba pasando un jodido rato de paz y tienes que venir a cagar —suspiró, levantándose para acomodarse los pantalones.

Querías vomitar, pero eso iba para después.

—No tenemos mucho tiempo, qué bueno que te levantaste —él estaba por sacar un revólver del culo, —ojalá fuera literalmente—, pero primero le pegaste un golpe en la nariz con el cañón del tuyo, haciéndolo caerse hacia atrás. —¡Agh! ¡Maldita perra!

Caminaste a la puerta para cerrarla con su seguro y la bloqueaste con una estantería cerca, dejándola caer para apresurarte con lo tuyo.

—Levántate, marica —lo dijiste con el mismo desprecio que él lo hacía cada vez que te llamaba así. Él no dudó en sonreír con pura apatía mientras se agarraba la nariz, podías ver la superioridad en sus ojos.

—¿Qué? ¿Ahora te crees yo? —se levantó nuevamente, antes de soltar un quejido de dolor.

—Parece que te hice una cirugía gratis en la nariz —te reíste, aunque eso ni siquiera en broma era posible para calmar esa rabia que tenías encima.

˙⌗: Consigliere Kang | Jang Han Seo × lector masculino. (CORRIGIENDO).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora