Capítulo XXV

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El castillo de Kanel

La luz del alba logró filtrar algunos rayos de sol por un instante, un efecto común que ocurría cuando el sol se asomaba por el horizonte, dependiendo de tu suerte podría durar solo un pestañeo o un lapso suficientemente largo para sentir su calor.

Para suerte de ellos, los rayos del sol se filtraron perfectamente en el punto donde acampaban, atravesando la tela de la tienda que habían montado. La suave caricia del calor y la luz sobre sus párpados hizo que todos despertaran a la vez.

Asombrados, se miraron incrédulos entre sí y, al ver sus expresiones, confirmaron que eran testigos del mismo evento.

Emocionados y eufóricos, salieron para festejar y recibir al sol, al que no habían visto en muchos años. Incluso a Yata, que solo llevaba unos días en la oscuridad, le costaba recordar cómo era ver la luz del sol iluminar el paisaje.

Pero cuando salieron, el sol comenzó a cubrirse de nuevo, dejando a todos desanimados. Fue como beber una taza caliente en invierno y luego recibir un chorro de agua fría.

La cruda realidad volvió a golpearlos. Se miraron entre sí, no podían creer que la vida les hiciera tal broma. Para Saki fue como pasar de un sueño a una pesadilla y las lágrimas le brotaron de los ojos.

— Pensé que ya todo había vuelto a la normalidad —dijo secándose las lágrimas de los ojos.

— Ya había visto ese efecto a lo lejos. Algunos rayos logran filtrarse cuando el sol se asoma, y puede pasar a cualquier hora, pero es mucho más raro —comentó Baldock mientras los demás miraban hacia abajo desanimados.

—Al menos pudimos ver este paisaje bajo la luz del sol una vez más, ya no lo recordaba —dijo Yata intentando ver el lado positivo y haciendo que todos reflejaran una pequeña sonrisa en sus rostros.

—Es verdad —respondió Yagami—. Quiero creer que es un mensaje de los Precursores para alentarnos a lograr que todo vuelva a la normalidad. Debemos ir a su castillo para matarlo y averiguar cómo eliminar esas nubes.

—Ya les dije antes que no lo maten si aún no saben la causa de las nubes. Con Yata tienen la ventaja para presionarlo hasta que sepan cómo resolver eso. Si lo matan, quizá nunca lo sepan —dijo Baldock, haciendo que todos comprendieran el problema.

—Yo... Creo que los dejaré ir sin mí. Me preocupa que mi padre piense que me pasó algo si no regreso a tiempo. Creo que debería regresar a mi reino —dijo, dejando a Yata sorprendido. Él esperaba contar con su apoyo.

—No puedes dejarme así, seguramente no tardaremos. Puedo acabar con cualquier vampiro como si fueran enemigos de práctica —respondió él, muy desanimado, y Baldock tosió un par de veces para decir algo.

—No tienes que regresar a tu reino, yo soy quien no los va a acompañar, porque no puedo ir con ustedes. Hay algo que tengo que contarles —argumentó, dejando a todos preocupados.

—¿Qué es lo que no nos has dicho? —preguntó Saki.

—Yo intenté matar a Kanel. Cuando las nubes se generaron desde su castillo, no lo pensé dos veces y me infiltré. Sabía que algo tramaba porque la cantidad de vampiros rondando la zona era cada vez mayor. Pero nunca conté con que tenían un ejército de hombres lobo que obedecían ciegamente sus órdenes. No se preocupen, ya no los tienen, son solo vampiros.

» Fracasé, obviamente. Me permitieron vivir, ellos no podían matarme por ser vampiro. Con sus licántropos, sí que podían ya que Tiránku, estaba ahí, el primer hechicero de la historia y mi maestro, supe que se fue a su isla junto con todos los licántropos que controlaba.

Courband: La Noche EternaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora