1. Tumbleweed

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Avisos: Contenido sensible. Alusión a abuso de sustancias, abuso de menores, abuso sexual. Violencia, mucha violencia a lo largo del fic; es el salvaje oeste, vamos, no era color de rosa. 

Universo alterno: Todos los personajes son humanos, mortales, así que pueden enfermarse y/o morir. La pareja principal, en este caso, cuenta con características masculinas.

Dudas, comentarios o críticas son bienvenidos. La historia ya está planeada al 70%, sólo falta darle forma, pero no podía sacármela de la cabeza y ahora existe. ¡Espero les guste! 


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Una fina capa de polvo se levantó del suelo.

El viento que sopló en su dirección estuvo a punto de arrancarle el sombrero, pero logró sostenerlo a tiempo, aunque se vio bastante ridículo mientras luchaba por hacerlo. Trastabilló un poco luego, golpeando así a una mula, que no tardó en relincharle con molestia. Aziraphale Heaven volvió a comprobar, aquella mañana de jueves, que a ese lugar no le agradaba su presencia.

Caminaba bajo el Sol brillante de las siete de la mañana, a paso firme con sus botas en color avellana y su traje de tres piezas, porque aún no los invadía el avasallante calor del desierto.

Tumbleweed era el último pueblo civilizado en New Austin, el estado más grande que conformaba la frontera de los Estados Unidos y al mismo tiempo era el más cercano al oeste, esa zona que muchos gustaban de llamar "salvaje" porque todavía no era domada por completo.

La gente del lugar, quienes empezaban su jornada un par de horas más temprano que el señor Aziraphale, le devolvían el saludo amistoso cuando pasaba. Sin embargo, en sus rostros había muchas cosas, menos amabilidad. Algunos sentían pena por el hombre, claramente inglés y de abolengo, que llegó hacía ya ocho días. Otros se burlaban de él, porque el clima y los rayos del Sol le afectaban más debido a su piel blanca y porque debía ser un aristócrata bastante tonto como para vestirse así en un lugar como ese. Había unos más que lo miraban como las víboras a sus presas, esperando el momento en que saliera del pueblo para emboscarlo.

Pero para el sheriff de Tumbleweed, el señor Arthur Young, la presencia de aquel forastero era un dolor de trasero bastante molesto. Arthur no tenía mucho tiempo siendo sheriff; su antiguo jefe y sus ayudantes más competentes murieron en una emboscada hacía ya tres o cuatro años, por lo que él quedó a cargo. Nadie le comentó que, más común que detener forajidos y servir a la justicia, tendría que aguantar a la gente como el señor Aziraphale.

Cual reloj, la rutina se había estado repitiendo por esos ocho días sin excepción, a la misma hora. El sheriff apenas tenía tiempo de llegar a su oficina, tomar su café y revisar algunos pendientes, antes de que escuchara la puerta abrirse y enseguida la voz de aquel hombre con acento inglés:

—Sheriff Young, soy yo, Aziraphale —enunció y caminó hasta quedar frente al escritorio de Arthur, a quien casualmente siempre sorprendía con su nariz metida en algunos papeles.

—Buenos días, señor Heaven —saludó el sheriff, fingiendo que estaba ocupado—. ¿En qué lo puedo ayudar hoy?

Aziraphale no se desanimó por el tono condescendiente. No lo hizo el primer día, cuando se burlaron de él por haber pedido indicaciones hacia la posada del lugar estando fuera de ella; ni tampoco el quinto día, cuando una tormenta de arena mantuvo a todos dentro de sus casas, excepto a él, quien no supo interpretar el clima y casi terminó enterrado. No pensaba rendirse ahora.

—Vengo a hacer una denuncia contra el señor Metatrón Heaven —respondió en un suspiro, porque no era la primera vez que lo hacía.

—Metatrón Heaven —repetía Arthur, sin apartar su mirada de los papeles—. Se refiere por supuesto al dueño de la hacienda Caliga, de la mansión Braithwaite y el rancho Emerald, ¿no?

Sin Descanso para los MalvadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora