No le era ajeno el olor de la pólvora y tampoco era la primera vez en que le apuntaban un arma en pleno rostro, por supuesto que no.
Crowley había vivido rodeado de asesinos, ladrones y violadores por muchos años, desde que tenía diez. Aprendió un montón de cosas ilegales, se enfrentó a matones y gente muy intimidante a veces por pura diversión, pero incluso con ese historial fue incapaz de contener el susto que aquello le provocó. ¡Es que era tan irreal! Ver a esa mujer de apariencia dulce y amable, con intenciones de volarle la cabeza, era tan extraño que su primer reflejo fue gritar y retroceder. En el mismo movimiento, alzó las dos manos al aire, para darle a entender que no pensaba atacarla.
—¡Hey! ¡Hey! ¡No vengo a pelear! ¡Cálmate!
Sin embargo, aquella mujer ni siquiera lo estaba escuchando.
—En serio no sé cuántas veces tendremos que correrlos para que entiendan —le dijo y avanzó el par de pasos que él retrocedió.
Desde luego, esas palabras tan solo consiguieron confundir a Crowley, por lo que frunció el ceño.
—¿Nos conocemos?
Otra vez, la boca de la escopeta chocó en su rostro, pero esta vez contra el mentón y eso sí le dolió.
—¡No te hagas el listo conmigo, cabrón!
Crowley estuvo a punto de soltar un montón de tonterías que, sin duda, le habrían ganado el disparo; pero para su buena suerte, tenía a un ángel cubriéndole las espaldas -casi de manera literal- pues en el momento Aziraphale dio un paso al frente y se interpuso entre él y la escopeta.
—¡Maggie! ¡Espera por favor! —pidió, extendiendo sus brazos a ambos lados de su cuerpo— Venimos en son de paz, lo prometo.
La mujer, a quien ahora Crowley podía ponerle un nombre, dio dos pasos hacia atrás por la sorpresa y luego se quedó mirando por largos segundos a quien estaba delante de ella. Le costó un poco reconocerlo, quizás porque el tiempo no pasó en vano o por la impresión, pero una vez que lo hizo no pudo esconder la felicidad por ese encuentro.
—¡Azi! ¡Eres tú! —y, sin pensarlo, se lanzó sobre él para darle un apretado abrazo que el otro correspondió— ¡Hace años que no te veía! —le sonrió, apartándose para poder mirarlo bien.
—Tú estás más hermosa que nunca, Maggie —respondió Aziraphale.
Crowley no recordaba otro momento de su vida en que se hubiera sentido tan confundido como ese. Su mirada se fue hacia la mujer, de cabellera rubia desordenada en una trenza, complexión robusta y que ahora sonreía como si nada. No podía entender. ¿En verdad esta era Maggie? ¿La que Aziraphale describió como "dulce y gentil"? No quería imaginar cómo sería Nina entonces. La sensación de sentirse amenazado desapareció un segundo, nada más, hasta que de nuevo percibió la mirada juiciosa de la mujer sobre él. Se tensó en su sitio y estuvo a punto de retroceder, pero no lo hizo.
—Maggie, este es Crowley —intervino Aziraphale enseguida— Hemos estado viajando juntos desde New Austin. Es... inofensivo, te lo prometo.
Crowley frunció el entrecejo. ¿Inofensivo? ¿En serio? Sin embargo, decidió no argumentar nada cuando se dio cuenta de que las palabras del ángel surtieron efecto, pues ella bajó la escopeta y luego se la echó al hombro.
—Discúlpame por haberte apuntado —dijo— Pero es que últimamente las cosas por aquí han estado algo... tensas.
—¿Tensas? —interrumpió Aziraphale, regresando la mirada a la mujer— ¿Por qué? ¿Sucedió algo?
Pero ella no respondió de inmediato. En cambio miró a su alrededor con cautela como si intentara asegurarse de que nadie los estaba viendo y, cuando decidió que era seguro, los invitó a pasar con un gesto de su mano. Crowley, dubitativo, se aseguró de atar a los caballos a un poste antes de entrar detrás de Aziraphale.
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Sin Descanso para los Malvados
Fiksi PenggemarEl repentino asesinato de la esposa de Aziraphale Heaven lo obliga a cruzar el país en busca de ayuda, allá al pueblo más alejado de la civilización. Su última esperanza es el sheriff de Tumbleweed, pero él se niega cuando descubre que está acusando...