16. Corazón

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¡Hola! ♡ Una disculpa por la tardanza, fueron días complicados, pero por fin les traigo esta nueva parte y, otra vez, dos hermosas ilustraciones de parte de la bellísima @Sosophalala ♡ Por favor, vayan a darle amor en su Twitter y Facebook.

Aprovecho también para agradecer a aceiteyagua por su ayuda como beta readers de este capítulo ♡ y de paso, ¡vayan a leer sus obras! Tienen un hermoso y peculiar sentido del humor.

Espero les guste. Y me encantaría leer sus opiniones ¡porque esta es la parte más larga de todas! ♡ Nos vemos en el próximo.

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La puerta de madera se cerró y el sonido que hacía el candado al ser colocado terminó por hacer que Crowley abriera los ojos. Había intentado dormir un poco luego de bajar del vagón, pero con todo el movimiento que escuchaba allá afuera resultaba imposible hacerlo.

Podía percibir el frío del ambiente, el ligero olor que se colaba del exterior, propio de una tormenta. Estaba seguro de que no pasaría mucho para que empezara a llover. No le extrañó tampoco el hecho de que todo estuviera oscuro porque, ahora veía, alguien se había tomado las molestias de tapar las ventanas con madera. Como si acaso pudieran escapar. La poca luz que había era la que lograba colarse por las rendijas de aquellos barrotes. Inútil para ver algo a detalle, pero la suficiente como para no estar en la completa oscuridad.

Notó entonces a Aziraphale, estaba ahí de pie en la minúscula habitación que Lucifer dejó para los dos y sostenía algo en su mano. Sólo cuando él se dio la vuelta, pudo distinguir que se trataba de un trozo de tela, en donde traía envueltas algunas tiras de carne.

Aziraphale también lo notó despierto y se acercó de inmediato hacia él.

—Crowley, necesitas comer algo.

—Ángel, ya te dije que no me estoy muriendo.

Aziraphale apenas lo miró un segundo.

—¿Y eso qué tiene que ver?

La mirada incrédula de Crowley sobre él le hizo detenerse ahí donde estaba. Aziraphale comprendía que pronto tendría que pagar por todo, que Luzbel se aseguraría de cobrarle cada segundo que estuvieran juntos dentro de ese lugar, pero todavía no tenía ganas de preocuparse por ello.

Aunque Crowley no parecía darse cuenta de eso, pero sí de la tormenta que por fin empezó a caer allá afuera.

—¿Preguntas qué tiene que ver? ¡Pues todo! Casi me traías cargando como a un bebé o algo así —dijo, con el entrecejo fruncido—. Y ahora me quieres dar de comer, ¿qué mosca te picó?

Aziraphale alzó una ceja.

—¿Está mal que me preocupe por ti?

Crowley no respondió enseguida. Ahora que estaba sentado sobre la cama, apoyado en la cabecera de ésta, podía reposar de la golpiza que recibió. Era muy consciente de las heridas que cargaba sobre su cuerpo, de que no estaba en condiciones de pelear o huir y mucho menos de ser desagradecido con la ayuda que Aziraphale le daba, pero era complicado quedarse tranquilo.

—Yo no dije eso —murmuró, resistiendo el impulso de poner los ojos en blanco—. Sólo digo que no hace falta. Son algunas costillas rotas, nada grave.

—¿Nada grave? ¿En serio? —Aziraphale se acercó hacia la cama, sentándose frente a él—. ¿Ya viste cómo estás? Ni siquiera podías levantarte y tienes el ojo hinchado. Y eso porque intervine, ¿qué hubiera pasado si no lo hacía?

—¿Crees que no lo sé? —soltó—. Sé muy bien que sin ti me habrían matado allá, pero lo que hiciste fue estúpido. ¿Cómo se te ocurre ponerte en contra de Lucifer? Y no me digas que no sabías quién era, porque en ese momento ya estabas bien enterado de lo que es capaz de hacer.

Sin Descanso para los MalvadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora