7. Flecha

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⚠️ ADVERTENCIA DE CONTENIDO SENSIBLE: Descripciones gráficas de violencia.
Una disculpa por el retraso. Siempre me gusta leer sus comentarios, pero me sería de mucha ayuda conocer su opinión sobre esta parte en específico, porque fue algo complicada de hacer; espero les guste. ¡Gracias por leer! ♡

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Ya había pasado mucho tiempo, a pesar de lo que todos creían, desde que Crowley se veía envuelto en una persecución. Aunque estrictamente hablando, ese era un gaje de su oficio como cazarrecompensas, por lo que quizás debería ser más específico: ya había pasado mucho tiempo desde la última vez en que alguien lo perseguía a él.

No era lo mismo cuando los fugitivos le huían, pues esa era una cuestión de honor, mientras que esto se trataba de sobrevivir. Ya se le había olvidado la adrenalina que llenaba el cuerpo, la urgente necesidad de escapar y el escalofrío que recorría la espina al mirar hacia atrás y distinguir las figuras de quienes pretendían atraparlo. Cuando era parte del clan de los Diablos, huir de un sheriff o de los agentes era el pan de cada día y con el tiempo le fue encontrando lo divertido.

Ojalá pudiera decir lo mismo de Aziraphale.

El pobre ángel iba tan asustado que parecía como si fuera a desmayarse en cualquier momento y, por eso, decidió concentrarse más en escapar y no en burlarse de sus perseguidores. Cuando salieron de Blackwater, la confusión de los agentes y el que no todos estuvieran sobre sus caballos, les otorgaron varios minutos de ventaja; minutos preciosos que no pensaba desperdiciar.

El problema era que, sin importar a dónde mirara, no había más que planicies. Los árboles no estaban tan juntos mientras que los matorrales no eran lo suficientemente grandes y espesos como para esconderse en ellos. Divisaba muy a lo lejos, sin embargo, la fila de árboles y pinos que conformaban el espeso bosque de Tall Trees; pero, entre ellos y aquel perfecto escondite, había largos kilómetros de planicies y sería imposible llegar sin que ellos los vieran. Más, cuando volteó hacia el frente para evaluar sus opciones y tomar una decisión, sus ojos se toparon con la solución: iban corriendo hacia lo que parecía ser un acantilado, pero su mente le trajo de vuelta la memoria de lo que había más allá y sonrió.

—¡Por aquí! —llamó e hizo girar a Benley para tomar un camino descendente, escondido entre las enormes piedras que en apariencia era impenetrable y peligroso.

Entonces se detuvo. Abajo de aquel acantilado, que en realidad no tenía más de trece o catorce metros de altura, se encontraba un camino muy pequeño lleno de piedras resbalosas y hierba alta al lado del cual corría el Montana, un río de aguas profundas y poco amables.

Crowley acarició el cuello de su yegua para tranquilizarla y luego se giró hacia Aziraphale, que también hacía lo mismo con su caballo. Los animales estaban agitados por la carrera, pero no nerviosos ni asustados y eso era bastante bueno. Sin embargo, antes de cualquier otra cosa, Crowley se tomó un momento para echar un vistazo a su alrededor y permitirse recordar el lugar en donde estaban.

Era una mala ruta, sin duda, porque el sendero era muy estrecho; el espacio era apenas el justo para que pasara un caballo si era lo suficientemente cuidadoso y si su jinete era ágil. Por si acaso era poco, había formaciones de rocas, hierbas y árboles pequeños que se interponían en algunas partes del camino y Crowley estaba bien consciente de que el Montana no perdonaría a quien fuera tan estúpido como para pensar en cruzar por él. Pero, en vista de sus desafortunadas circunstancias, no les quedaba otra opción. El tramo que debían seguir, antes de que el terreno subiera de forma natural, era lo bastante largo como para hacer creer a sus perseguidores que se habían ido por otro lado. Y esa era su única esperanza.

Sin Descanso para los MalvadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora