XXVI - El sótano de Big Apple Pizza's

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Big Apple Pizza's se alzaba en un rincón prácticamente turístico de la ciudad, su presencia, si bien no era de gran relevancia para la gran manzana, no pasaba desapercibida para la mayoría de los visitantes y habitantes de Nueva York.

No obstante, el misterio siempre había rodeado aquel lugar, donde Susan y Mark habían estado trabajando los últimos dos meses. Durante ese tiempo, ambos demostraron un desempeño sobresaliente, así como el desinterés y la frialdad necesarias para adaptarse a las misteriosas operaciones que se daban lugar en sus instalaciones una vez que se cerraba la cortina principal.

La noche se cernía sobre la ciudad y la quietud parecía reinar en la pizzería

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La noche se cernía sobre la ciudad y la quietud parecía reinar en la pizzería. Habían cerrado casi dos horas atrás, a las nueve de la noche, pero ninguno había podido irse, no aquella noche. Los dos jóvenes habían sido solicitados por Brian Moretz a través de su asistente, Robert. De acuerdo a este último, Brian deseaba darles mayor responsabilidad en lo concerniente al trabajo paralelo que habían estado realizando las últimas dos semanas y, por ende, una mayor paga. De manera que ahora se encontraban de pie en mitad del amplio comedor, esperando a que el jefe se desocupara por completo para conocer los pormenores de aquel nuevo trabajo al que serían invitados.

Pasaron un par de minutos cuando el hombre barrigón de ojos avellana salió de la pequeña oficina en la parte trasera del recinto. Con un evidente cansancio, dejó escapar un suspiro de irritación al verlos.

—Bien —dijo—. Los dos han demostrado que podrían funcionar para el trabajo adyacente que realizamos aquí. Antes que nada, debo advertirles que el dueño de este establecimiento está más que enterado de las operaciones nocturnas, y es él quien paga, así que... —echó una lacónica mirada a Robert, que se encontraba de pie junto a él, a un par de pasos—, no conviene desobedecerlo. Creo que Robert ya les ha hablado un poco sobre el trabajo, saben ya que la paga es cuantiosa, pero exige no solo absoluta discreción sino un temple de hierro. ¿Está claro?

—Claro —asintió Mark, convencido. Necesitaba el dinero extra.

Susan solo asintió, apretando los puños con suavidad.

—También me dijo que los dos están más que interesados en formar parte de nuestro equipo de trabajo, y es por esa única razón que yo he permitido que entren al grupo, y conozcan lo que hay abajo, en el sótano. Pero eso sí, debo advertirles que no pueden comentar nada de esto con nadie, y me refiero a nadie absolutamente. Se les puede ir la vida en ello, y lo digo muy en serio. Discreción absoluta —dijo esto último con una lentitud apabullante mientras los miraba alternadamente. Sus ojos, casi siempre bonachones, expresaban una seriedad abrumadora.

Brian volvió a mirar a su subalterno, quien asintió al tiempo que se frotaba las manos con nerviosismo.

—Bueno, chicos —intervino en la conversación—. Ya saben que la paga va a ser buenísima, se los aseguro. Les podría cambiar la vida por completo, ¿sí? Piensen en ello cuando conozcan la mercancía, ¿vale? —Los dos jóvenes asintieron a la vez—. No hace falta que les recuerde que no estamos hablando de un negocio propiamente establecido, es decir, legal, ¿de acuerdo? No estamos jugando. Esto es un tema serio, los involucrados son personas importantes y no tolerarán que ustedes salgan a contar algo al respecto. Por eso les pagarán muy bien.

El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora