XXV - Los diarios

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Coppola dejó el periódico a un lado al tiempo que cogía la taza de café y se la llevaba a los labios. Su vista se posó por un instante en el humo del cigarrillo a medio consumir que yacía distante en el cenicero de vidrio.

El detective tenía muchos años sin fumar, pero aquella mañana le pareció más que propicia para comenzar de nuevo.

Sus pensamientos se encontraban tan perdidos en un punto muy lejano. Demasiado como para que persona alguna pudiera alcanzarlo y devolverlo a la realidad. No podía creer lo que acababa de leer.


Por un instante, la imagen de Bárbara Abney tendida en la morgue la abrumó de pronto. Acababa de verla apenas la tarde anterior, y ahora, todos los periódicos la mencionaban, mostrando su rostro sereno y sonriente en su totalidad. Los encabezados hablaban de una mujer enferma, una pedófila. Y pese a que en la lista de víctimas del asesino de monstruos ya figuraba una mujer madura, esta vez el nombre de la involucrada había hecho mella en todas partes.


Hasta el momento se había manejado su desaparición y reciente hallazgo como un posible homicidio. La prensa no tenía conocimiento alguno de los pormenores de su muerte, y así habría permanecido de no ser por aquella fuente anónima que desperdigó todo aquel cúmulo de información en un blog de internet. Desde luego, los medios no tardaron en reproducir aquella pequeña investigación acerca de la vida secreta de la joven pedagoga, conociendo el interés casi enfermizo que tenía la sociedad por el asesino de monstruos.

Los ojos dulces de la mujer no habían dejado de aparecer en la pantalla de plasma de su comedor, acompañados por el recuento de abusos y depravaciones cometidas por su portadora.

A Coppola no le cabía duda alguna que era el mismo asesino quien se encontraba detrás de aquel caos mediático, pero ¿por qué? ¿Por qué ahora? ¿Por qué con esta víctima?


Si bien, era evidente que se había valido de Jason Brown, aquel mediocre reporterucho para dar a conocer el contenido de las notas dejadas en los féretros, en realidad no se había tomado el tiempo, tanto él como Jason, de indagar en las vidas personales de cada una de sus víctimas.


Tenía que haber algo detrás de aquella exagerada exposición. Algo en la identidad de Bárbara que, por su bien, más valdría que lo descubriera antes que la cantidad ingente de seguidores que ese desquiciado ya había amasado.



Barker observó la hora: ya daban casi las dos de la mañana y tanto él como Caytlin aún permanecían bien despiertos frente al monitor, la única luz que iluminaba la estancia

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Barker observó la hora: ya daban casi las dos de la mañana y tanto él como Caytlin aún permanecían bien despiertos frente al monitor, la única luz que iluminaba la estancia. Atrás de ellos, un Samuel demasiado cansado como para soportar la vigilia, se había quedado profundamente dormido en el sofá. Hagler hacía rato que se había ido, cuando Cat le ofreciera su alcoba, y ahora reposaba apacible en la pequeña recámara contigua a la sala. Desmond se había marchado de modo reticente dos horas atrás.

El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora