XL - El juicio final

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Llegó la hora. Este es el momento que habíamos estado esperando. El día en el que tomaremos la justicia por mano propia, el día en que nos toca a todos proteger la integridad de nuestros niños.

¿Cuánto tiempo más continuarás vendado de ojos y atado de manos? ¿Seguirás esperando que otros hagan lo que te corresponde?

Llegó el día del juicio final.


Aquella última entrada en el blog de Jason tuvo el efecto que esperaba. No pasó ni siquiera una hora cuando el pandemonio se desató en la ciudad y, cuando apenas unos días antes la muchedumbre solo se apostó a las afueras de la jefatura de policía, entre pancartas y gritos, en esta ocasión todos salieron con armas entre las manos, dispuestos a asesinar a todo aquel que alguna vez hubiese abusado de un niño.

Ni siquiera hacía falta investigar. La gran mayoría se hacía justicia a sí mismo, o mejor dicho, al niño o niña que alguna vez tuvo que soportar la tortura de un adulto enfermo y desquiciado.


Entre el bullicio de hombres y mujeres caminando uno al lado del otro, Nona se abalanzó hacia las calles con su portafolio al frente, abrazándolo como si se tratase de un tesoro invaluable.


Frente a ella, en la entrada a un amplio comercio, observó cómo una mujer enterraba un hacha en la cabeza de un hombre: un empleado del lugar que intentaba frenar la entrada de la masa embravecida.

—¡Maldito hijo de puta! —exclamó mientras lo observaba desvaneciéndose en el suelo.

Otra mujer acudió a ellos, llorando.

—¿Qué hiciste? ¡Es tu hermano, Brenda! ¡Es tu hermano!

—Un hermano no te viola —repuso la joven con el aliento agitado.

La mujer, que parecía ser compañera del muerto, se arrodilló junto a él con el rostro anegado en llanto.

—¡¿Qué dices?!

La joven elevó el hacha y lanzó un grito de alivio al viento, el mismo que todos los demás reprodujeron, orgullosos por la proeza que acababa de realizar. Para ellos, esa mujer era una extensión más del asesino de monstruos, así como todos los que esa mañana habían salido a deshacerse de toda la escoria de la sociedad. Y ellos, quienes no tenían un objetivo en concreto, estaban ahí para aprobar y festejar la valentía de aquellos que sí lo tenían.


Nona esbozó una media sonrisa y continuó con su camino hacia la jefatura de policía. No podía permitir que Jhon fuese interrogado sin estar ella presente.

Unas calles arriba había tenido que dejar el auto aparcado en mitad de la calle debido a la muchedumbre que inundaba las calles. No era problema para ella. Su obra estaba siendo interpretada a la perfección, de manera que ni siquiera podía quejarse.

En cuanto se vio frente al amplio edificio marrón, se apresuró a entrar a él, segura de cada uno de sus pasos.



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El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora