XXXIX - Plan desesperado

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—¿De verdad piensas que tenemos que ir hasta ese lugar? —Barker observó a Samuel mientras este hacía las maletas.

Se encontraban en la habitación del antiguo asesino, Hagler se había quedado en la otra estancia, junto a Caytlin.

—Creo que tenemos que intentarlo al menos.

—Ese ser mencionó un culto, ¿crees que vamos a poder infiltrarnos así nada más sin saber cuántos miembros tiene, cuál es su ideología principal y en dónde se reúnen? Samuel, espera —lo detuvo, estaba cansado de perseguirlo de un lado a otro. El rubio se paró en seco dejando escapar una irritada exhalación—. Creo que no comprendes lo peligroso que esto puede resultar. Escucha, yo soy un detective, estoy entrenado, sé cómo usar un arma y tú eres inmortal, pero ¿los demás? ¿Vas a arriesgarlos? ¿Y qué sucederá con Brent? ¿Es que crees que merece que lo sigamos llevando de un lado a otro como un crío?

Samuel resopló por lo bajo y se sentó sobre la cama.

Con una mueca repleta de consternación, se llevó ambas manos a la cabeza.

—No entiendes, Mike... —susurró—. O quizás sí, quizás sí podrías hacerlo. Creo que solo tú podrías entender, porque lo viste con tus propios ojos.

—¿A qué te refieres?

—Lo que soy capaz de hacer —Samuel bajó la mirada—. Eso está ahí, ¿sabes? Contenido, casi muerto, pero intentando recuperarse. Yo sé lo que es sentir el fuego consumiendo tus entrañas, obligándote a hacer cosas terribles. Y el ser humano puede ser capaz de actos tan aterradores que ni siquiera podrías imaginar... lo sé bien. No es algo que puedas matar, sería como matar una parte de ti mismo.


El detective lo miró con unos ojos afligidos y, sin miramiento, se sentó a su lado.

—Entiendo, Samuel. Sé que tienes miedo de que aquello vuelva a resurgir, y también sé que te aterra la idea de que allá afuera hay cientos, miles de personas tan trastornadas como tú y que, a diferencia tuya, no hacen nada por contenerse. Pero eso no es responsabilidad tuya.

—Pero lo que hace Astaroth con ellos, la forma en la que los utiliza, quizás puedo hacer algo al respecto. No quiero pasar el resto de mis días escapando del monstruo que sé muy bien que soy, ya no puedo vivir de esa manera. Necesito hacer algo. Necesito destruirlo.


Barker observó la estancia como intentando encontrar respuesta en el viejo tapiz que cubría las paredes, y después de unos momentos, asintió.

—De acuerdo... Tú ganas —se puso de pie y se dirigió a la salida.

—¿A dónde vas?

—A buscar un maldito mapa en internet, no tengo ni puta idea de dónde queda Guyana. ¿Tú sí?

Esbozó una sonrisa, misma que fue correspondida por el rubio.



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El diario perdido de Astaroth [Segunda parte de Holly]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora