XXI. Huida.

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De nuevo recuperé el conocimiento justo cuando Admes cargaba conmigo en brazos. Me sentí horriblemente mal al comprender que, en aquellas dos ocasiones, habían sido cuando el vampiro se había enfrentado a su propia familia por mí.

Me dolía la cabeza una barbaridad y tenía un regusto amargo en la boca. La sesión de espiritismo me había dejado sin fuerzas, ni siquiera era capaz de mover el cuello para poder verle mejor.

Notaba el cuerpo entumecido y agarrotado por aquella transformación detenida; además de un pequeño malestar en el estómago. Sin embargo, en mi mente todo se mantenía bastante claro, dadas las circunstancias; un rubor me cubrió las mejillas cuando mi cabeza se detuvo en un momento en particular.

Admes me había besado. Y tenía que reconocer que lo había hecho bastante bien.

-Te estoy escuchando perfectamente y es muy halagador –comentó Admes, con una sonrisa de puro orgullo que hizo que enrojeciera aún más.

Su rostro volvió a ponerse serio un segundo después. Intuía que tenía algo que ver con lo que había sucedido en aquella habitación y la bilis me subió por la garganta cuando repetí en mi cabeza la frialdad con la que Aiden había asesinado a aquella pobre bruja.

-Mi hermano no es así... -trató de justificarlo Admes-. Simplemente... simplemente ha perdido el control. Había estado soñando con este momento desde hacía muchísimo tiempo...

Probé a usar mis cuerdas vocales. Me ponía nerviosa que Admes me respondiera en voz alta a mis pensamientos, era inquietante.

-¿Tú... tú lo sabías? –le pregunté con un tono forzado, ronco-. ¿Sabías para qué me quería? ¿Es por eso por lo que decidiste traerme aquí? –se me formó un nudo en la garganta al seguir hilando todos aquellos pensamientos que acudían a mi cabeza-. ¿Todo lo que has hecho por mí... era para que Aiden pudiera usarme de esa forma?

Un gesto de dolor le cruzó el rostro y, en ese mismo momento, supe que la mayoría de respuestas a las preguntas que le había formulado eran «sí». Algo en mi interior se rompió al comprender algunos cabos sueltos, como la conversación que habían mantenido aquella misma mañana; pero lo que más me dolió fue la certeza de que la mayoría de lo que me había dicho, o de lo que había hecho, había sido puramente por Aiden, para que pudiera usar mi cuerpo para su fin.

-No es del todo así –me intentó explicar Admes tras unos segundos en silencio-. Mi hermano me contó todo lo relacionado con su relación con Odina, al principio me quedé sorprendido y asqueado a partes iguales. En algún momento llegué a creer que sería un simple capricho de Aiden, pues muchos vampiros se arriesgan a probar cómo se siente uno cuando está... cuando está con el enemigo.

»Evidentemente tuve que tragarme mis palabras con el paso del tiempo: Aiden estaba perdidamente enamorado de tu hermana y parecía feliz. Y eso me hacía feliz a mí. Le ayudaba cuando se fugaba del castillo para reunirse con ella... hasta que descubrió su cadáver; antes había recibido una nota demasiado urgente de Odina donde le pedía que se reunieran pero, cuando llegó, solamente se encontró el cadáver de tu hermana. Le obligué a que regresáramos y a que actuara como si no hubiera sucedido nada, pero algo se había perdido en aquel claro, junto al cadáver de Odina.

»Aiden se convirtió casi en un muerto viviente. Tuve miedo de que alguien pudiera descubrirlo, siendo mi padre el único que lo descubrió; empecé a investigar, a buscar una forma de salvar a mi hermano de aquella maldita oscuridad. Somos una familia bastante numerosa y todos mis hermanos tienen algún don en el que destacan; creí que mis hermanos gemelos, Zephyr y Zero, son bastante buenos en completarse el uno al otro. Creí que podría usar sus poderes para tratar de encontrar a Odina.

Blood. Libro Uno: LylleaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora