Me quedé clavada en mi sitio, incapaz de reaccionar. Aún seguía en shock por todo lo que había sucedido y no podía hacerme a la idea de que Admes, el vampiro que había conocido un par de noches atrás, hubiera resultado ser el hijo del mayor enemigo de mi padre y la persona que había planeado todo lo relacionado con mi secuestro... con el ataque a la familia de Jan.
Se me formó un nudo en la garganta al pensar por primera vez en Jan, la persona que habían elegido mis padres para que se convirtiera en mi prometido, y en lo que habría sido de él. ¿Habría muerto en el ataque? Oh, Dios, no quería ni pensar en aquella posibilidad; Admes seguía observándome con curiosidad, aguardando pacientemente mi reacción al descubrir su verdadera identidad.
-Entonces, ¿fuiste tú quien lo planeó todo? —quise saber.
La sangre se convirtió en fuego corriendo por mis venas cuando consideré esa posibilidad. Esos hombres y mujeres que habían muerto eran inocentes... ninguno de ellos se merecía semejante final. Y menos aún por un motivo tan insignificante: yo. ¿Qué interés podría tener Admes en secuestrarme y convertirme en una de sus esclavas sexuales? Quizá un cuantioso rescate por parte de mi familia...
No lo sabía.
Admes se encogió de hombros.
-Mis planes eran muy diferentes —contestó-. Que estuvieras en esa caravana... digamos que fue un golpe de suerte.
Entrecerré los ojos.
-Mientes —le acusé-. Sabías desde el principio quién era yo y estuviste fingiendo que querías ser amable conmigo, aguardando la oportunidad propicia para... ¿para qué? ¿Qué necesitas de mí? Sabes que no puedo transformarme y que soy inútil. Mi familia ha tratado de deshacerse de mí por ello.
Esto último no lo tenía muy seguro pero ¿qué otra opción había? Habían decidido casar a mi hermano mayor para que pudiera haber un heredero en camino cuando mi padre decidiera abdicar para que Daren pudiera ocupar su sitio; el curso normal de los acontecimientos hubiera sido que la siguiente en casarse fuera Trinity. Sin embargo, mis padres me habían elegido a mí para que me casara.
No entendía qué lógica podía tener, a excepción de lo que le había dicho a Admes: mis padres habían tratado de deshacerse de mí prometiéndome a un hombre poderoso que no sabía mi incapacidad para convertirme en loba. Esa era la única solución plausible.
-No supe quién eras hasta que mis espías te vieron hablando con uno de tus guardias —me contradijo Admes, dándome la razón-. Jamás hubiera creído que fueras la hija menor de Alem y, cuando lo supe, quise creer que estaba equivocado...
Alcé la barbilla, intentando plantarle cara. Ortrun me había explicado cómo debía comportarme delante de él, pero no iba a humillarme cuando todo aquello había sido por su culpa; había sido Admes quien me había conducido hasta esa situación. Ese maldito vampiro era el causante de mis problemas.
-¿Por qué? —repetí-. No logro entender qué interés puedo presentar ante ti. Ni por qué me has convertido en... en esto —hice un aspaviento señalando las ropas vaporosas que cubrían mi cuerpo a duras penas.
Admes ladeó la cabeza, sin dejar de observarme.
-Siento curiosidad por ti —dijo-. Además de otros motivos que no son de tu incumbencia, por el momento.
Mi rostro enrojeció de golpe hasta las raíces de mi cabello.
-¿Curiosidad en qué sentido? —quise saber-. ¿En el físico, quizá?
-No tengo ninguna intención en mantener relaciones sexuales contigo, Lyllea —me aseguró con aplomo-. Es cierto que di información a un grupo de vampiros sobre una caravana que podría resultar interesante y les pedí que te trajeran aquí, pero no voy a ponerte una mano encima. No eres como las otras chicas que están aquí —me prometió.
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Blood. Libro Uno: Lyllea
WeerwolfDos razas enfrentadas por el control supremo. Un amor prohibido. Un corazón roto. La guerra ha empezado. ¿De qué bando estás?