Prólogo

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El primer día de clase. El primer día de un infierno para muchos.
Los alumnos se despertaron con ganas de tirar su teléfono contra la pared para que la alarma no volviera a obligarles a madrugar.
Para animarse, alguno de ellos quedaban con sus amigos para ir a clase juntos y afrontar ese sufrimiento más fácilmente.
Todos tomaban caminos diferentes hacia el mismo instituto, en el que había cursos desde primero de secundaria hasta segundo de bachillerato, que eran dos cursos voluntarios, e incluía dos cursos superiores diferentes, de medicina y automoción.
Los jóvenes de primero de secundaria iban asustados, iban a ser los más pequeños de todo el centro, e iban inseguros por el gran paso que había de primaria a secundaria, mientras que los chicos de cuarto iban deseosos de terminar su último año de estudios obligatorios y podrían decidir que hacer después. Algunos se incorporarían al mundo laboral, otros seguirían estudiando, y seguramente alguno se quedase en casa de sus padres sin hacer nada durante unos años.
Los de primero de bachillerato también estaban algo nerviosos, pues además de que la mayoría eran nuevos en la clase, también era un gran cambio, aunque los de segundo de bachillerato estaban llenos de nervios también, era su último año en el centro.

Una chica de pelo castaño y en parte rubio entró la primera al recinto escolar.
Subió al último piso y entró a la clase de bachillerato donde se estudiaban humanidades, que incluía asignaturas como literatura, inglés, historia o filosofía, además de las opcionales.
Miró a su alrededor con sus profundos ojos negros, inspeccionando la clase.
Las mesas estaban divididas en tres filas hacia atrás al lado de las ventanas y cuatro al otro lado, y los pupitres eran suficientemente grandes para que los usasen dos alumnos, y de hecho, había bancos en vez de sillas individuales para que dos alumnos la aprovechasen.
La mesa del profesor estaba justo en frente de la puerta por la que la alumna había entrado, con una pizarra digital y una pizarra enorme, y las paredes estaban llenas de mapas y posters educativos.
Caminó con paso nervioso hasta la última fila, y se sentó en la mesa que estaba lado de la ventana. Dejó su maletín, de color rosa grisáceo, al lado de su mesa.
Tomó aire y se colocó bien el lazo de su cabeza. Por la ventana entraban las primeras luces del amanecer.
Aún quedaba media hora para empezar el primer día.

°•.Otro Año Que Afrontar.•°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora