Capítulo 6: All Blue

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Todo lo que tenía estaba custodiado por él, el barco que era su hogar estaba todo a salvo e ileso. Se oía roncar a su capitán y al resto de la tripulación, todos a salvo y protegidos. Y en su cofre estaban las cosas más valiosas que tenía. El cocinero dormía con la cara hundida en la curva de su cuello, aferrado a él como si fueran uno solo.

Su mano grande y callosa de tantos años de entrenamiento con la espada descansaba ahora posesivamente sobre el bulto que albergaba a sus tres hijas. A medida que pasaba el tiempo, Zoro dormía cada vez menos, porque el bulto del cocinero crecía y crecía, y el espadachín estaba cada vez más ansioso.

A los veintiún años, todavía no sabía tanto. Sabía de alcohol y espadas. No sabía mucho de la gente, especialmente de la gente que acababa de nacer. Los bebés son blandos y frágiles, y por lo que había leído, comen mucho y duermen mucho, aparte de que lloran... fuerte.

Y, sin embargo, se siente extasiado cada vez que piensa que está añadiendo tres personas más a este mundo, tres damitas que le verán convertirse en el mejor espadachín, que un día nadarán en el All Blue. Sabe que estos suaves pensamientos se deben a la tripulación que no para de hablar de ello, pero en el fondo le haría realmente feliz oír a sus hijas llamar a la bruja "tía Nami"...

Incluso con el ojo cerrado de quien piensa en vez de dormir, Zoro sintió algo. Algo que le hizo abrir el ojo y sentarse bruscamente, su mano acariciando el bulto como en busca de algo, algo que parecía mágico, algo que nunca antes había sentido, y que sabía que pocas cosas podrían superar.

Y entonces lo sintio de nuevo, y Sanji se desperto porque tambien lo sintio. La habitación, iluminada solo por la luz de la luna que entraba por la ventana, mostraba el rostro bañado en lágrimas del cocinero.

"¿Era eso un...?" Todavía incrédulo, susurró, y antes de que Sanji pudiera responder, lo sintió de nuevo, con la fuerza suficiente para no dejar lugar a dudas.

"Ella pateo. Nuestro bebé pateó. Joder. Voy a ser papá". Aunque ya había tenido esta misma reacción ante todas las otras pequeñas cosas relacionadas con este embarazo, ahora parecía más intensa y más real. Oír los latidos era casi tan increíble como las patadas, que por cierto el bebé en cuestión había heredado del cocinero.

"Sí, nuestro pequeño alevín ha pateado, y fuerte. Dios mío, hay tres personas dentro de mí..." La comprensión le llegó a Sanji en forma de sorpresa y desesperación, las patadas hacían cada vez más real la idea de que pronto serían una familia. Y para una persona que paso tantos años fingiendo que no tenia familia, nunca se sintio tan emocionado por ello.

Dormían abrazados, o eso intentaban. La mano de Zoro acariciando el bulto como si fuera la espada más preciada que había, y la mano de Sanji sobre la suya, sosteniendo a la vez a toda su familia.

Desde aquella noche, el mundo parecía diferente. De alguna manera se sentía más lleno, menos vacío, y sin embargo su mente iba a mil por hora, sentía que el corazón se le iba a salir por la boca, las manos, que siempre habían sido firmes desde niño, le temblaban, las palmas le sudaban... Todo parecía real y mentira a la vez, parecía tan bueno, como un sueño tan perfecto que su mente no podía producirlo, algo que nunca se había atrevido a tener, que nunca sintió necesitar, de lo que no se creía merecedor.

Una familia.

Toda una vida sin calor, sin sentirse necesitado, sin ser más que un asesino. Zoro recuerda bien la primera vez que mató a alguien, siendo aún un espadachín inexperto. Recuerda cómo se sintió cuando vio el cuerpo de aquel tipo tendido en el suelo, con la sangre brotándole de la boca y un enorme tajo en el pecho.

A los trece años aprendió que su único propósito en la vida era matar, matar para convertirse en el mejor espadachín. Matar para proteger a Luffy, para proteger a la tripulación.

La Mitad No Es Suficiente - ZosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora