Capítulo 13: Felicidad

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A pesar de los medios por los que llegaron allí, medios de los que no estaba tan orgulloso, Sanji no se consideraba exactamente una persona celosa. Y aunque tenía una relación estable, con tres preciosas niñas como fruto de un amor tan fuerte que le daba rabia, empezaba a sentirse un poco molesto por la atención que Zoro estaba recibiendo en la isla. Parecía que porque tenía el mismo pelo que la mayoría de la población de Arrecife Verde, y porque era un espadachín buenísimo, y porque iba por ahí sin camiseta, el muy capullo era admirado.

El gran problema era que, aunque habían dejado a las trillizas a salvo en el Sunny, al cuidado de la sobreprotectora tía Robin y el raro tío Franky, Sanji seguía queriendo ir por ahí gritando a los señores que suspiraban y miraban acaloradamente a Zoro que tenían tres hijas juntos, que eran el amor de sus vidas, y que el idiota de Marimo tiene un novio maravilloso que puede y va a patear fuego si hace falta.

Pero si algo ha aprendido del calvario que pasó hace casi un año, es que Zoro no es heterosexual en absoluto. Así que no le preocupaba que las dulces damas se fijaran en su espadachín, aunque los comentarios seguían siendo un poco exagerados para él. Su gran problema venía de los hombres, claro, siempre los hombres. No me extraña que las damas hablen tan mal de todos ellos, los hombres no son buenos, eso es todo.

Y aunque es lo suficientemente racional como para saber que Zoro era casi el icono de la belleza del lugar, con sus jugosos músculos y su piel bronceada, y dado que la población de allí estaba formada por más mujeres que hombres, y que por tanto Zoro era un bombón sin igual para ellas, Sanji lo entiende bien, de verdad, él también piensa que Zoro es sexy, tanto que tuvo tres hijas con él.

Así que no pensemos que Sanji es irracional, no lo es, ve la belleza de Zoro y entiende que la gente babee por él. Simplemente no cree que la gente se tome lo suficientemente en serio su presencia al lado del idiota.

Él existe, joder. Está justo ahí, al lado del idiota espadachín, claramente son pareja, ¿no? Se nota, ¿no?

Zoro era un poco gilipollas para estas cosas, no como él que siempre estaba pendiente de las miradas de los demás, Zoro se tomó muy a pecho eso de no importarle la opinión de los demás. Y sabe que si algo es Roronoa Zoro es fiel, en todos los sentidos de la palabra. Pero no podía negar que le molestaba la falta de percepción del espadachín, un haki de observación condenadamente bueno pero un cerebro lleno de musgo.

Y mientras caminaban por la calle comercial, con algunos artículos ya en las manos, hubo una mirada que pareció molestar a Sanji como una astilla en la piel. Un tipo que era cliente de uno de los últimos puestos de la calle, alto y delgado, pero con una buena cantidad de músculos que lucir, pelo largo y rubio recogido en un impecable moño, parecía tener los ojos claros y vestía un bonito traje.

Mientras tanto, Sanji llevaba unos vaqueros raídos y una camisa que parecía demasiado ceñida a su cuerpo, que aún no se había recuperado del embarazo.

Se había pasado casi toda la noche intentando que Ami dejara de llorar, y cuando por fin lo hizo, empezó Sora, así que tenía unas horribles ojeras y un aspecto cansado que se le notaba a leguas, el pelo, que era una de las pocas cosas que tenía en común con el chico, estaba todo sucio porque aún no había tenido tiempo de lavárselo, y se lo había recogido en un moño bajo desordenado para intentar parecer más arreglado.

En otras palabras, el tipo era una versión muy mejorada de lo que una vez fue... y miraba a Zoro con el mismo encanto y hambre de antaño, antes de que sus ojos se tiñeran de ojeras. Ya no era atractivo, se dio cuenta al ver la falta de músculos en su abdomen y la adición de estrías.

Y tal vez se estaba desquitando con ese pobre tipo de pensamientos que llevaba tiempo teniendo, tal vez estaba convirtiendo a ese hombre en el villano para no tener que admitir que el problema lo tenía él. Ya no era el hombre sexy y enérgico del que Zoro se había enamorado, el hombre al que el espadachín podía follarse toda la noche contra la pared y no se cansaría. Ya no era ese tipo, el tipo que se ponía lencería, que se alimentaba de la devoción de Zoro por su cuerpo, el tipo que presumía de que le miraran y babearan igual que ahora hace Zoro.

La Mitad No Es Suficiente - ZosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora